miércoles, 12 de octubre de 2011

DE FALOS, JOYAS Y OTRAS... "BOLLAS". Continuación: Permanencia del arte egipcio en el mundo ibérico. (Lo invisible en la mitología: Los bueyes de Gerión en el tesoro de El Carambolo. Parte XXIX).

Esta entrada es continuación de las cinco anteriores. Recomendándose la lectura previa de aquellas que le preceden, para una comprensión plena de cuanto exponemos en ella.


JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, cadena del siglo XIX de la zona salmantina -propiedad del museo etnográfico de Castilla y León (1) al que agradecemos nos permita divulgar la imágen- . Observemos sus cuentas llamadas de "almendra", cuya repesentación y formas ya vimos como eran muy parecidas a las de la joyería fenicia, iberica y egipcia (incluso treinta o cuarenta siglos más antiguas). En la entrada previa, observábamos que estas piezas de orfebrería hispana (protohistóricas y modernas), estaban comunmente esmaltadas en azules. De tal manera, el la última imagen del artículo anterior conseguimos una foto del collar de El Tesoro de El Carambolo, que mostraba sus múltiples restos de esmalte en azul. De igual forma, vimos que estas eran muy semejantes a los que a veces luce la orfebrería charra, zamorana, maragata o cacereña; que se decoraban en tonos de lapislázuli sobre oro (tal como hacían con las fenicias e ibéricas).

Bajo este párrafo: Collar con cruz colgante denominada de Venera, datada en el siglo XVIII y propiedad del Museo Etnográfico de Castilla y León (al que agradecemos nos permita divulgar su imagen (2). En muchas de estas joyas, tal como hemos visto, se sincretizan símbolos y costumbres ancestrales, unidos a escapularios y representaciones totalmente cristianas. Siendo la orfebrería y talismanes de la Alta Ruta de la Plata, un ejemplo de síncresis cultural y religiosa. Guardando en ocasiones toda la simbología de los ritos más antiguos (fundamentalmente para la prevención del Mal de Ojo), uniéndolos a la "nueva" Fé católica, que desde el siglo VII se extendió por toda la Península. La cadena que vemos en la fotografía, tanto como la cruz perlada llamada venera (por su similitud a la "santiagueña"), contiene paralelismos y similitudes indiscutibles con la orfebrería egipcia (que igualmente representa comunmente insectos alados) y sobre todo con la chipriota y cretense, de los siglos X al V a.C.. Siendo sus cuentas en forma de "almendras", casi iguales a las que la joyería cretochipriota luce en los siglos anteriores a helenizarse.



Como exponemos, habíamos concluido que muchos de los amuletos y joyas que aún se utilizan en la España del Camino de Santiago -y sobre todo en la zona Norte de la Ruta de la Plata-, tuvieron su más remoto origen en Egipto. Ello, nos obliga a mencionar un hecho arqueológico poco estudiado, como es la influencia y aculturación de la Peninsula Ibérica en sus años más tempranos, por gentes llegadas desde las proximidades del Nilo. Siendo evidente que estas "gentes" a las que nos referimos son los pueblos que navegaron para los faraones; imperio que por carecer de madera, tenía como obligado dedicar a otros -aliados y colonizados- el cometido de las rutas y comercio por mar, con singladuras de altura de varias semanas de duración que fundamentalmente hacían para ellos los cretenses; y tras el siglo XIV a.C., los fenicios.


 

Exploraciones, comercio y navegación que realizaron esas civilizaciones tan unidas y dependientes del Nilo, como lo fueron la fenicia y la de Creta (antes de ser destruida por el Tera en el siglo XVI a.C.). Culturas ambas, hijas directas de Egipto; pero que progresivamente y por diversos aconteceres históricos fueron "independizándose" de la metrópoli, que de algún modo hasta la llegada plena del hierro, las dirigió. Hechos estos que suceden tras la expansión del acero como metal de la guerra (hacia el siglo XII a.C.). Lo que provocó que nuevos pueblos se asentaran en las riberas de Oriente Medio y en las islas de Creta y Chipre, llegando a ser estos tan fuertes como para impedir allí, la supremacía del ejército del faraón. Nuevas gentes con un poder militar y una ferocidad tal, que aquellos "hombres del Hierro" procedentes de las tierras de Anatolia (y de territorios próximos a Grecia), ya generaron nuevas culturas y civilizaciones completamente independientes del Nilo -entre las que destacó la fenicia y posteriormente la Hélade-.






De tal modo, la joyería egipcia (o egipciante), de seguro llegó en estos primeros siglos del I milenio a.C. a nuestras costas peninsulares, por "mano" de estos que llamaron "rojizos". Nombre de purpúreos que les dieron a los fenicios y que procedía de la voz griega Phoenikes. Ello, por su cabello semita (pelirrojo) tanto como por su adoración al oro; lo que unido a sus túnicas teñidas en púrpura y a la piel morena y rojiza -manchada de las vestimentas o tostada por el sol del mar-; les hacía sin duda identificarse con los hombres rojizos, de la cultura áurea. Algo que en nada estaba ajeno a la idiosincracia de aquellos púnicos (purpúreos), quienes tenían como gran cometido y fin social el comercio y el trato del oro, tanto como el de la cochinella que teñía de morado las túnicas. Lo que les hizo llegar a nuestras costas ibéricas, en busca de las muchas vetas de metal precioso; para terminar asentándose en las proximidades del Guadalquivir hacia el siglo X a.C., con el fin de realizar la compraventa y manufacturación del oro prehispano (que con cautela y gran secretismo, llevaban hasta el Mediterraneo Oriental).



JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, cuentas de collar del tesoro de Évora, muy similares a los eslabones de la orfebrería albercana o salmantina. Considerado tartessio orientalizante y fechado hacia el siglo VI a.C., el tesoro fue estudiado primeramente por Juan de Mata Carriazo. Profesor que junto con los que hallaron a mediados del siglo XX esas piezas en el cortijo de Évora -cercano a la desembocadura del Guadalquivir-, concluyeron que se trataba de orfebrería greco-fenicia del mundo ibérico, catalogable como tartessia (periodo orientalizante, fechada hacia el siglo VI a.C.). Es este punto del Bajo Guadalquivir, un lugar donde se hallaron diversos tesoros de la misma tipología; entre los que destacaron: El de Bonanza, el de Lebrija y este del que vemos parte en imágen. Del mismo modo se trata del comienzo de la Ruta de la Plata, que desde zonas próximas a las Minas de Rio Tinto, iniciaba su camino hacia las tierras próximas a las de Almadén, el Duero, Astúrica Augusta y Orense: Las tierras y los rios del Oro (como sus nombres nos indica). Zona Norte del Camino de la Plata que miles de años después conservaría modelos en su joyería casi iguales a estos fenicios, tartessios, griegos, hebreos, romanos y árabes. -Agradecemos al Museo Arqueológico de Sevilla que nos permita divulgar la imágen de estos eslabones del tesoro de su propiedad-.
Abajo, un collar fenicio, procedente de Sidón, fechado en el siglo VI a.C. y actualmente en el Museo de Beirut (al que agradecemos nos permita divulgar la imágen). Su cadena trabajada en oro guarda la mismas formas que los eslabones de las joyas albercanas (como las arriba recogidas). Asimismo de este penden diferentes amuletos contra el Mal de Ojo. Conteniendo como talismán el Udchat egipcio de Horus, lo que muestra y demuestra que la orfebrería fenicia y la egipcia son paralelas; siendo la primera, hija directa de la del Nilo (no solo en su trabajo, sinó igualmente en su simblogía y significados). Ello explica cómo pudo llegarnos el legado de la orfebrería egipcia hasta la Iberia protohistórica, traida por los fenicios desde el siglo X a.C.. Modelos que permanecieron en las zonas altas de la Ruta de la Plata hasta nuestros dias, conservando incluso su sentido mágico.









JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Pectoral (al lado) y colgante (abajo) del tesoro de Tutankhamon, perteneciente al Museo de El Cairo -al que agradecemos nos permita divulgar la imágen-. Ambas joyas son de un gran valor artístico y están hechas en oro e incrustación de piedras semi-preciosas -ayudadas de esmaltes-. En ellas podemos ver la identificación del lapislázuli y el color azul con el Ojo de Horus (Udchat), que curaba el Maleficio de la Mirada. Pues tal como vimos El Libro de los Muertos, indicaba que el amuleto del Ojo había de hacerse en esta piedra azul y ese tono, para evitar el "aojo" (que en el caso de la momia, era la podredumbre y deterioro del cuerpo difunto).
A nuestro juicio, el esmaltado y decoración con piedras semipreciosas de la joyería ibérica, debió llegar a tierras prehispanas por influencia egipcia, importada desde Oriente Medio y por los fenicios (entre los siglos del X al IV a.C., como hemos dicho). Aunque el trabajo de los artesanos y la orfebrería de nuestra Península distaba mucho con la perfección y la exquisitez de la del Nilo. Pese a lo que no cabe duda, de que en Iberia irían tomando modelos, perfeccionando y asimilando muchas de las formas que a través de fenicios y grecocretenses les llegaban. Finalmente, una segunda influencia oriental hubo de venir con la aparición de los musulmanes en Al-Andalus, quienes desde el siglo VIII (d.C.), que extienden igualmente modelos artesanales traidos desde Siria y El Cairo, por toda la Península (especialmente en el Sureste). Aunque no hemos de olvidar nunca la aportación que en la permanencia de estas formas y estética hubo de tener el pueblo judío; cuyos orfebres trabajarían de manera muy similar a los de Fenicia o Egipto y que al menos desde el siglo II (d.C.) estaban establecidos en Hispania. Siendo quizás el motivo final que hizo permanecer esos modelos en la Ruta de la Plata hasta nuestros dias, los talleres de joyeros judios establecidos y huidos en el siglo XV a las sierras de Cáceres, Zamora y Salamanca (fronterizas con Portugal y donde se refugiaron muchos conversos y hebreos del edicto de 1492).



Para quienes dudan sobre el método y posibilidades de los creto-micenios y de los fenicios, para colonizar la Península Ibérica desde antes del siglo X a.C., les expondremos algunos de los más simples medios de como realizarlo. Puesto que para aquellas civilizaciones que tan interesadas estaban en nuestro oro, les debió ser imprescindible entablar nuevos contactos comerciales con los íberos y establecerse en nuestras tierras. Decimos "nuevos", puesto que ya en el III milenio a.C., cuando las culturas calcolíticas del Mediterraneo Oeste -emergentes en esta época- comienzan a necesitar bronce (cobre y estaño); se sabe que llegaron hasta nuestras costas. Viniendo desde Oriente, con el fin de explotar las múltiples vetas de metales preciosos (y semipreciosos) que en tanta abundancia tenía Iberia. De tal manera, y en referencia a la riqueza minera de nuestra Península, si abrimos el magnífico libro de Schulten "Hispania", podremos leer en su capítulo dedicado a los metales:

-"Como ningún otro país, es y era España rica en metales. Sus yacimientos se encuentran en las cordilleras marginales, particularmente en las del Sur y son facilmente accesibles desde las costas cercanas. También el oro de los rios procede de allí"- (3). Tras ello, el maestro de maestros en arqueología va recogiendo numerosas citas históricas, que desde Estrabón (4) hasta Ausonio y Plinio (5) narran las enormes riquezas metalúrgicas de la Hispania y prehispania antigua. En un relato que deja bien claro como hace treinta o cuarenta siglos, nuestras tierras fueron un "Potosí" o un "far west" para los civilizadores venidos desde el Oriente Mediterraneo, en busca de cobre, estaño, oro y plata.

Por cuanto decimos, nada raro hubo en los diferentes intentos de aculturación y colonización llevados a cabo por "visitantes" venidos desde el Mediterraneo Este; llegando primero en el III y II milenio, los buscadores de metales. Algo que culminaría la colonización "plena" fenicia y griega (6) de Iberia, que como llevamos repitiendo se lleva a cabo entre los siglos X al IV a.C.. Hecho este que muchos niegan por una imposibilidad militar o de infraestructuras para culturizar o colonizar Iberia por gentes venidas desde lugares tan lejanos. Más, a quienes de este modo piensan desearíamos transmitirles que para colonizar un lugar basta con seguir el método de los traductores. Algo que históricamente está probado y que consiste en un sistema basado en tomar niños en su infancia, que serán llevados a la nación o lugar de los que desean aculturar una zona -para devolverlos una vez formados y educados en la metrópolis-.

De tal manera, en el caso ibérico y para pensar en los primeros pasos de su civilización por parte de los fenicios y griegos, tan solo hemos de pensar que a los llegados hasta nuestras costas les bastaba con esconderse en la playas, para tomar de ellas adolescentes (que quizás estuvieran jugando, pescando o bañándose). Chicos menores de quince años y que celosamente se llevaban hasta las ciudades de origen de los "raptadores", en Oriente (griegas o fenicias: Rodas, Samos, Tiro, Sidón etc.). Allí, educaban en las mejores condiciones (durante tres o cuatro años) a los crios tomados en las costas del lugar que deseaban aculturar y tras ello, los traían al mismo punto para devolverlos en su medio. Pero una vez que aquellos conocían la lengua, los progresos y beneficios de la civilización que les había raptado para educarles; ni que decir tiene, tras volver a tomar contacto con sus padres y familiares, estos adolescentes ya hechos jóvenes y bien educados, serían los mejores "embajadores e introductores" de aquellos que deseaban pactar y establecerse en una tierra cargada de oro -pues aquellos "regresados" no solo podían actuar de traductores, sinó que podían explicar como aquellos visitantes venían con fines colonizadores fundamentalmente comerciales (no de dominio ni beligerantes)-. Siendo así fácil explicarse como en el siglo IX a.C. ya existía la primera ciudad europea en el Suroeste Peninsular: Cádiz.

JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, de nuevo otro pectoral-colgante del tesoro de Tutankhamon (perteneciente al Museo de El Cairo, al que agradecemos nos permita divulgar la imagen). Como podemos observar, el valor del pectoral en la Antigüedad era importantísimo, tanto que en la momia del este rey "resucitado" por Carter, pueden contarse al menos siete de estas joyas, todas con carácter ritual y mágico (7). En ello, no solo la representación de las deidades tenía un valor religioso; sinó también la calidad del trabajo del orfebre, el entallador, o el esmaltador de la joya, parece que jugaba un papel importante en su significado y sentido místico. Sin duda alguna, porque la unión entre espiritualidad y la calidad en el trabajo son conceptos análogos. Un sentimiento que generó el concepto egipcio de religiosidad, como perfección en el arte y en la sabiduría; uno de los factores más importantes para el desarrollo de las artes y artesanías en el Mundo Antiguo. Siendo lógico que aquellos identificaran la belleza, el lujo y la elegancia con lo divino, puesto que la fealdad, lo mediocre y lo horrible (pese a que hoy en dia pueda estar tan de moda), se acerca mucho a lo "demoniaco". Tanto, que es común observar cómo se suelen corresponder cultura y civilización espiritualizadas, con artes y ciencias de gran profundidad. Perteneciendo a Sociedades basadas en una filosofía y unas creencias no individualistas, comunmente un arte de enorme calidad. Mientras que las civilizaciones crueles -o sin espiritualidad alguna-, suelen generar artes sin belleza (plenos de fealdad y de pésimo gusto).

Bajo estas lineas: Recogemos una placa en oro y esmaltes egipcia muy tardía -contemporánea al fin de Tartessos y a la colonización cartaginesa de la Península (siglos del V al III a. C.)-. Observamos en ella la cara de la diosa "Hathor" labrada sobre el metal dorado y esmaltado en azules. Unas formas y diseño que en mucho nos recuerda a los de los collares y piezas ibéricas cercanas a estos siglos. Por paralelismos como este, decimos que muy importante sería el estudio profundo de las influencias del arte y de la civilización egipcia, en la Antiguedad Ibérica. Dado que aquellas llegan a nuestras tierras de manos de los fenicios, quienes (desde el siglo X a.C.) nos colonizan con una cultura, que en gran parte era de origen nilota.
















SOBRE ESTAS LINEAS: Detalle del llamado "bronce Carriazo", pieza en este metal de periodo orientalizante que representa un rostro de Hathórida. Aplique o bocado, que compró el prof. Juan de Mata Carriazo (hacia 1970) en el mercadillo de Sevilla; tras lo que descubrió que se trataba de un bronce tartessio, con datación cercana al siglo VII a.C -donándola al museo arqueológico de esta ciudad, al que agradecemos nos permita divulgar la imágen (9)-. Observemos el tremendo parecido de este bronce con la cara hathórida (representación similar en peinado y postura al de la diosa egipcia Hathor), que recogíamos en la foto anterior. Por lo demás, ya habíamos observado que la pieza egipcia de arriba (un tanto posterior a la llamada Carriazo) estaba dorada y esmaltada en un modo muy similar al del tesoro de El Carambolo. Todo ello nos obliga a deducir que existe una gran influencia egipciante en el mundo ibérico (y más concretamente en el tartessio); influjos que se manifiestan de manera muy destacada en la joyería. Tanto que los modelos y amuletos que aún existen en la orfebrería antigua hispana, encuentran sus modelos más parecidos en las joyas antiguas de Egipto. Evidentemente, todo ello hubo de venir hasta la Península por mano de los fenicios, pese a lo que el parecido entre algunas de las egipcias y la joyería ibérica es tan marcado, que nos hace pensar si realmente se creaban modelos aquí, directamente copiados de algunos vistos en tierras del faraón (cuyos artesanos tuvieron un refinamiento y calidad que en nada pueden compararse con los trabajos de Fenicia ni con los de la Antigua Iberia).

En este marco histórico y en un "ambiente" de tremenda abundancia en minas de oro, plata, cobre y estaño (en todo el territorio prehispánico), se fraguó nuestra colonización por mar de la Edad del Hierro. Aculturación, que tal como dijimos fue sin duda alguna la "segunda ola" histórica, venida con ese fin de intercambiar civilización por metales. Debido a que la primera sucedería a comienzos de la édad de Bronce (hacia el siglo XXVIII a.C.), cuando igualmente aparecieron gentes venidas desde el extremo mediterraneo (cercanos a Egipto y Mesopotamia), en búsqueda y explotación de nuestros yacimientos. Una aparición que se atestigua por el hecho de que minas como las de Rio Tinto ya estaban en funcionamiento desde aquellos siglos previos a las pirámides egipcias. Ello, de seguro debido a que esos colonizadores orientales, iniciarían las primeras extracciones de metal a gran escala en nuestras tierras, para llevarlo hasta su lugar de origen, o comerciarlo en Egipto y Mesopotamia. Aunque en aquella Edad del Bronce, "quienes vinieron", se centraron más bien en el cobre y el estaño; por ser estos fundamentales para el armamento de la época, fabricado en bronce (y por ser muy escasas la casiterita y el cobre, en zonas cercanas a las costas orientales del Mediterraneo).


Consecuentemente, la segunda "ola" de aculturación de Iberia ya no se preocupó de igual modo por aquellas minas broncíneas, debido a que sucede en plena expansión de Hierro. Por lo que hemos de suponer que este metal ferreo y nuevo, entraría en Iberia por primera vez por via marina y a través de estos colonizadores llegados desde Oriente (hacia el siglo X a.C.). Consecuentemente, aunque los primeros contactos entre Levante y el Bajo Guadalquivir con Micenas y Biblos, se adivierten ya en los siglos XIV al XII a.C.. Es solo tras el X a.C., cuando ya se puede comenzar a documentar una presencia más o menos constante de gentes venidas desde Asia Menor hasta nuestras costas. Tanto que cien años después comienzan a tener asentamientos, colonias y puertos los fenicios y los griegos (anatolios y neohititas) que se establecen en bases comerciales perfectamente organizadas en las costas de Iberia. Serían esos los años en los que se desarrolla el pleno contacto entre Oriente Medio y nuestra Península, por lo que se vió Iberia plenamente colonizada por las "dos areas de influencia" que por entonces dominaban el Este del Mediterraneo: La egipto-fenicia y la anatólico-helena.


Del mismo modo, en esos siglos y seguramente debido al perfeccionamiento del acero y a la expansión de las armas de este hierro fortalecido, se fueron produciendo determinados movimientos de pueblos por todo "el mar nuestro". Invadiendo nuevas tierras aquellos que gozaban del secreto del recién aparecido armamento, gracias al que irían expulsando a los establecidos siglos antes (en algunas zonas, desde èpocas Bronce). Aquello condujo a sucesivas migraciones en todo el Este mediterraneo -desde Anatolia hasta Egipto-; guerras, enfrentamientos y continuada inestabilidad que comenzó en una edad anterior a Troya y que perduraron por más de doscientos años. Tanto que en nuestra teoría, la propia guerra de la tróade (hacia el 1212 a.C.) no sería más que una de estas muchas invasiones de gentes del Hierro (los griegos Aqueos), sobre antiguos pueblos del Bronce (los troyanos, posiblemente neohititas). Consecuentemente desde el siglo XIV al X a.C. se suceden continuamente los intecambios y las guerras en todo el oriente mediterraneo; llegando aquellos "expulsados" y quienes aparecían con las nuevas armas de acero, hasta los reinos y reinados del faraón -cuyo gobierno fue ocupado finalmente por gentes venidas desde Fenicia o Anatolia (en una dinastía llamada libio-fenicia del siglo X a.C.)-.


En este estado de inestabilidad con sucesivas guerras y migraciones, en la que Micenas luchaba o se aliaba a los imperios neohititas (que hacían lo mismo junto a Mesopotamia). Tanto como los fenicios, canaaneos y judios, igualmente se unían o guerreaban con los egipcios (y babilonios)... Se produjo un continuo enfrentamiento de "todos contra todos" que llevó a continuos intercambios bélicos (matrimoniales -reales-) y sobre todo de territorio y poblacion. En pueblos que emigraban conforme eran invadidos o invadían tierras, sobre las que caían como nuevos dueños (expulsando a los antiguos pobladores). Produciéndose desde el siglo XIV al X a.C. un constante "nomadismo bélico" que hizo de las migraciones, huidas y mezclas de gentes, una constante imparable. Algo que fué tan común en esos siglos del comienzo de la Edad del Hierro, que millones de gentes hubieron de marchar a guerrear o a sobrevivir, en zonas ajenas a su lugar de origen.


Siendo aquellos años los que podemos calificar del "éxodo" común, por cuantos pueblos hubieron de huir de las nuevas invasiones y de los nuevos ejércitos armados con acero. Quienes además imponían un orden muy precario dada su barbarie; por la simplicidad y facilidad para obtener el hierro (metal que no precisa más que de un alto grado para su fundición y que a diferencia del bronce, no necesitaba de aleaciones complejas, ni de cuidados; ni menos de largos viajes para conseguirlo). Por todo ello, los nuevos pueblos de El Hierro, rompieron con las civilizacones del Bronce a las que pretendieron aniquilar. Culturas, que sin lugar a dudas habían sido las más avanzadas de la anterior Era (calcolítica) y que basaron sus economías en un metal semiprecioso, cuya obtención y trabajo era de una gran dificultad (el cobre unido al estaño). (9)


JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: De nuevo tomamos dos ejemplos en el arte egipcio y en el ibérico. En este caso, al lado vemos una parte de la famosa diadema (corona) del Tesoro de la Aliseda; fechada hacia el siglo VII a.C. y considerada de "tipo orientalizante o tartessio" (propiedad del Museo Arqueológico Nacional, al que agradecemos nos permita divulgar su imagen). Dicho tesoro que fué hallado a mediados del siglo pasado en la Aliseda de Cáceres (en lugar muy próximo a la Ruta de la Plata), y conserva enormes reminiscencias con la joyería egipcia (fenicia), tanto como guarda modelos que se han mantenido en la orfebrería cacereña -salmantina, zamorana o maragata-, hasta nuestros dias. Este tipo diadema-corona era muy común en toda la Península Ibérica durante toda la Antigüedad y la lucen una gran cantidad de "damas" (que se conservan esculpidas en piedra o barro -y al menos hasta el siglo III a.C.-). Habiéndose encontrado numerosas diademas casi completas de este tipo, entre las que destacan la de Jávea, Denia, Évora, Mairena de Alcor y Puebla de los Infantes.
Abajo: Un fragmento de corona similar a la anterior, pero que en este caso se trata de una pieza egipcia y fechada en los años de Imperio Nuevo: Del 1370 al 1300 a.C.. Pertenece al Museo de El Cairo (al que agradecemos nos permita divulgar su imagen) y su parecido con las diademas que siglos más tarde proliferan entre las damas y reinas en el mundo ibérico, es muy llamativo -Ello, de seguro por influjo de los fenicios quienes traerían hasta nuestras tierras estas modas de Egipto; aunque lo más curioso es que estos diseños y modos de decorarse la cabeza, permanecieron entre nosotros durante siglos (y hasta milenios)-.



Como vemos, no solo los tesoros tartessios guardan una gran reminiscencia con los de Anatolia -de pueblos neohititas, como habíamos estudiado en la primera parte de "Los Toros de Gerión en el Tesoro de El Carambolo"-. Sinó que también podemos observar en aquellos un origen muy egipciante. Ello, sabemos que se debe al influjo del mundo fenicio, pese a lo que nos resulta enormemente llamativo cómo tras la caida de Tiro y Sidón (en el siglo VI a.C.), en incluso la desaparición de Cartago; los modelos orientalizantes en la moda y en la orfebrería ibérica no se modifican. Siendo muy de destacar que una de las constantes del mundo ibérico, desde sus más remotos tiempos, es que actúa como "fondo de saco": Es decir, lugar donde llegan o se implantan muy tardíamente movimientos y modas, que luego permanecen después durante siglos (incluso de milenios sin modificarse). Mientras en aquellos lugares de donde proceden nuestras modas o diseños, se terminan perdiendo incluso en los años cercanos a los que se exportan a nuestras tierras.


De tal manera, quizás fuera nuestra Península donde llegaron como último punto de Mediterraneo, este tipo de filigranas y orfebrerías egipcio-fenicias. Pese a lo que nunca se perdieron en su uso; tanto que incluso conservaron el significado mágico de sus amuletos y el místico o social de sus joyas. Siendo la moda albercana, charra o maragata tan cercana a la que lucieron las mujeres ibéricas, fenicias -y en parte las egipcias-, que asombra como no se ha olvidado ni el modo de realizarse aquella joyería, ni menos el de vestirla -al igual que se ha conservado su uso con fines mágicos-. Todo ello hace pensar que la Ruta de la Plata evidentemente consevó durante milenios una casta y unas gentes, que dedicadas al comercio de Norte a Sur de los Metales, fueron manteniendo la tradición de vestirse con aquello que les había propocionado todo tipo de bienes y beneficios (botones, collares o diademas en oro y plata).


Costumbres y modas, que seguramente fueron definitivamente mantenidas allí por los orfebres judíos. Sobre todo, cuando en 1492 una parte de los hebreos que huían del edicto de expulsión, se dirigieron hacia estas zonas de los montes de León, de la Alberca, de la Sierra de la Culebra, de Gata o de la la de Francia. Lugares limítrofes con Portugal, donde les permitieron seguir manteniendo aún en ese tiempo sus juderías y donde aquellos que hubieron de irse de Castilla, se establecieron en poblaciones semifronterizas, para no ser perseguidos. Debido a lo que durante un tiempo fructificaron estos territorios cercanos a Castilla (entre Extremadura, Zamora, Salamanca y Portugal), en los que el rey Manuel de los lusos permitió establecerse a los expulsados en 1492. Zonas en las que de seguro, los artesanos judios establecerían sus talleres que por siempre realizarían una joyería que procediendo de modelos milenarios, ya quedó desde estos años del siglo XV, definitivamente allí aislada y cristalizada (para siempre).

JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, pendiente fenicio semicircular en filigrana fechado hacia el siglo IV a.C. (pertenece al Museo de Cádiz al que agradecemos nos permita divulgar la imágen). Observemos el parecido absoluto de este trabajo y del modelo con los que aún se fabrican en zonas como Salamanca o Cáceres.
Abajo: Pendiente de los siglos XVIII-XIX, llamados "de abanico"; perteneciente al Museo Etnográfico de Castilla y León (al que agradecemos nos permita divulgar su imagen) (10). Observemos el enorme parecido con el anterior fenicio, del que le separan más de dos mil años. En todo ello, el hecho más llamativo es que el pendiente de Cádiz fué hallado tan solo hace unos años, mientras que el orfebre que creó el del museo de Castilla y León (hace unos doscientos años aproximadamente), quizás nunca oyó hablar de los fenicios -ni mucho menos pudo conocer el modelo hallado unas décadas atrás, que tanto se parece a este-.



CITAS:
(1) Foto tomada de la página 44 del libro: LA BELLEZA QUE PROTEGE, de Carlos Piñel, Zamora 1998.
(2) Foto tomada de la página 48 del libro: LA BELLEZA QUE PROTEGE, de Carlos Piñel, Zamora 1998.
(3) Adolf Schulten. HISPANIA, pag. 116. Madrid 2004, Ed. Renacinmiento.
(4) STRABO; Iberia: 140, 146, 147, 148, 151, 156, y 158
(5) PLINIO Historia Nat.: XXXIII,67, 68 y ss.; 78 y 79; 86, 97 y 118,
(6) Nos referimos a una colonización llegada de helenos y gentes venidas desde Anatolia y sus costas, puesto que entendemos que los neohititas y los griegos focenses (rodhios), fueron los que más se acercarían hasta la Península Ibérica en estos siglos.
(7) Recordemos los dos pectorales del Tesoro de El Carambolo, que venimos estudiando y que tenían forma de Labrys -lingote con diseño de piel de toro-. Joyas para colgarse en el pecho de dos nobles-sacedotes tartessios (monarcas de Ciudad-Estado, seguramente); cuya simbología uniría el metal precioso y la joyería más refinada de entonces, con el mundo del Poder y de lo divino. Teniendo como símbolo el rey en su pecho, ese lingote (peso o moneda) llamado vulgarmente "keftiu"; que con forma pecuniaria -de piel de ganado- recordaba de donde procedían los dones que los dioses regalaban a los habitantes de la Península Ibérica (el oro y los metales preciosos). Aquellos que hemos llamado, "Los bueyes de Gerión", por ser el oro, la plata y el bronce (en la forma de estos lingotes), lo que los héroes de la colonización griega debieron "robar" para llevarse "secretamente" hasta Grecia: Como Heracles hizo con los bueyes de Gerión, el rey de Tartessos... .
(8) Foto tomada de un detalle del libro de Juan de Mata Carriazo "Tartesos y el Carambolo" (Madrid 1973; Pag 33). Agradeciendo nos permita divulgar esta imagen, por la importancia que tiene la publicación directa de las fotos tomadas al bronce por su descubridor.
(9) Sobre migraciones y movimientos de pueblos sucedidos en el Oriente Mediterraneo entre los siglos XIV al X a.C., consultar: LOS PUEBLOS DEL MAR, N.K. Sandars (Madrid 2005); BRONCE AGE MIGRATIONS IN THE AEGEAN, Actas del primer coloquio sobre migraciones egeas, VV.AA., en Sheffield 1970 (Londres 1973); EL MUNDO MICENICO, Chadwick (Cambridge 1976). ACHAEANS AND HITTITES, G.L. Huxley (Oxford, 1960); LOS INDOEUROPEOS Y LOS ORÍGENES DE EUROPA, Francisco Villar (Madrid 1991).
(10) Foto tomada del Libro de Carlos Piñel, LA BELLEZA QUE PROTEGE, Zamora 1998, pag 53.





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