viernes, 6 de enero de 2012

Dioses del comercio y la prosperidad, venidos del cielo. (de Lo invisible en la mitología: Los bueyes de Gerión en el tesoro de El Carambolo. Parte XXXIII).

Esta entrada es continuación de las nueve anteriores. Recomendándose la lectura previa de aquellas que le preceden, para una comprensión plena de cuanto exponemos en ella.


JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, famoso Mercurio polifálico hallado en Pompeya, propiedad del Museo Arqueológico de Nápoles (al que agradecemos nos permita divulgar su imágen). En este "tintinábulum" que representa al dios del comercio, observamos como la deidad porta su bolsa o saca que representa el dinero, mientras de su casco sagrado salen diferentes penes. A su vez, él mismo figura como Príapo, defome e itifálico, aludiendo a los bienes que concede la fecundidad y el sexo. Pero también es de detacar que sea un "tintinábulum", "sonaja" donde se colgaban campanas para que sus tintineos (provocados por el viento, o al moverse) hicieran huir a los malos espíritus. Ello nos lleva a relacionar de nuevo esta prosperidad y los bienes otorgados por Mercurio, con la protección que daba el falo frente al "mal de ojo".
Bajo este párrafo: Foto tomada del libro CULTOS A LA FERTILIDAD EN EXTREMADURA de Jose Ma. Domínguez Moreno, del que trataremos en esta entrada. Aquí observamos un horno de los más primitivos, llamados en algunas zonas de España "celtas" o "prerromanos", que consisten simplemente en un espacio cercado por un muro, en cuyo interior se sitúa la cerámica a cocer. Bajo este se prende la leña en un habitáculo que le permite el tiro y situando todas las piezas de barro encima de aquella, se enciende el horno durante varios días (tras cubrirlo con tierras y cerrarlo bien para que alcance la mayor temperatura posible). En el pié de la foto inferior, el autor nos comenta cómo el significado de los hornos en Extremadura, aún hasta el siglo XX se relacionaba con los cultos de fertilidad y la vida (quemando por ejemplo, en ellos los dientes de leche infantiles en un "rito" relacionado con la fecundidad y el crecimiento). En la presente entrada analizaremos el fuego, los hornos y la alfarería -como iniciadores de la metalurgia- con su significado muy unido a la fecundidad y la fertilidad.



El gran Micea Eliade, en su maravillosa obra "Herreros y Alquimistas" ya nos exponía claramente cual era desde los comienzos más remotos, la unión entre el mundo de los metalurgios y el de la feminidad. Algo que nacía por la identificación entre la matriz del metal y la de la mujer; hecho que parece generarse debido a en casi todas las civilizaciones fueron las mujeres quienes inician (o descubren) la fundición y la alfarería. Algo que parece haber nacido gracias a que las madres y las niñas, para cocinar con facilidad y guardar los alimentos, comenzaron a preparar sus "aperos de comida" en cerámica. Tras lo que crearon hornos, en los que igualmente observaron (de forma casual o estudiada) como allí se fundían los metales. Trabajando primero con los materiales nobles, por su bajo grado de fusión (la plata, el oro o el bronce); cuyas "piedras" irán echando a esos hornos cerámicos, para crear y modelar los mas antiguos abalorios y objetos útiles en metal. Pasando posteriormente a fundirlos de un modo más experimentado -a través de molde o "matriz"-, generando ya armas o herramientas más o menos complejas, e iniciando así las diferentes etapas históricas (calcolítico, Bronce o edad del Hierro).

Pese a que la minería, las fraguas y el negocio de la metalurgia, pasó definitivamente a ser realizado por hombres, parece que la Historia nunca olvidó que fueron las mujeres (en sus cocinas y en sus hornos) quienes la descubrieron. Ello es algo sabido, porque en toda religión y culto a la herramienta -o al metal-, siempre se alude a la "madre", a la fecundación, al nacimiento y a la misma matriz; en voces que identifican la fragua y el molde con la progenitora  -como si aquella "matrix de forja" creara de un modo fecundado la pieza en hierro, bronce, plata y oro-. Tanto se repiten estos ritos y costumbres entre los pueblos más antiguos, que -por ejemplo- es sabido como hace miles de años entre algunas culturas de la franja de Canaán, la mujer al parir su primer hijo debía gritar: "Cain". Nombre del hijo mayor de Adán y Eva, pero palabra que también se relaciona con las voces hebreas de raiz "cn", que tienen varios significados. Entre ellos creemos que se identifica con "kab" (Caf,Alef,Bet) que se traduce por "dolor", tanto como con "kabb" (Caf,Alef, Bet, Bet) que es "horneado, cocinado", relacionado con "knn" (Caf, Nun, Nun) cuya interpretación es "brasero, cenicero". Siendo curiosamente un término tan cercano a las anteriores el "kabd" (Caf, Alef, Bet, Dalet) cuya traducción es en hebreo: "acaudalado, o muy rico". Palabras que seguramente llevaron a dar nombre al propio Canaán (en idioma israelita Caf,Nun,Tsade,Nun); cuya etimología seguramente procede de la fertilidad y riqueza que esta franja costera tuvo -y aún mantiene-. Pero a su vez, "Canaán" (K,N,TS,N) significa también comerciante y comercio -procedente de "kabd"= "acaudalado, rico"- ; por lo que el nombre de esta media luna costera que cubre la zona del actual Israel y Jordania, también se traduce por "mercader o por mercado".

Por cuanto hemos expuesto, nada de raro tiene que las palabras: "Riqueza, comercio, fuego, metal (e incluso dolor)"; procedan de iguales radicales en semíticas. Algo que se repite en muchas otras lenguas puesto que parecen ir unidos en múltiples civilizaciones esos conceptos del calor y la abundancia. No solo por efecto de los bienes aportados por el sol y el fuego; sinó fundamentalmente debido a que la metalurgia nace del horno y parece que fue descubierta por mujeres -como hemos dicho-. Gracias a la cocina y junto a las brasas del ceramista, que cocía los enseres de comida. mientras intentaba incluso buscar nuevos objetos, creados por efecto del calor. Entendiendo así como todo ello (horno, metal y alimento) genera el bien y las riquezas; pero también el dolor similar al de la carne allí asada; parecido al que igualmente pueden traer las feroces guerras entabladas con armas de metal (obtenidas gracias al alto poder de las brasas). Hechos estos que llevaron a la adoración del fuego entre los guerreros. Haciendo que pueblos como el fenicio (al igual que otros muchos de la Antigüedad) tuvieran como dios supremo fundamentalmente a un Baal del calor -señor del fuego- que terminó siendo personificado en Melkarte entre los púnicos, pero que para otros era el mismo Tubal-Cain ("señor de Caín" = del comercio, del horno, el dolor, las riquezas y las brasas) (1).

Por cuanto hemos expuesto y explicado, podemos observar como comunmente y en casi todas las culturas, los misterios de la alimentación, de las herramientas, del progreso y de los metales, se relacionan siempre con los de la vida, de la protección y la regeneración. Teniendo todos ellos como punto de partida u objeto ritual: El fuego (en un gran pebetero, o en un crisol sagrado). De lo que ya nos será fácil comprender por qué autores como Jose Ma. Domínguez Moreno, en su estudios sobre los cultos de fecundidad (que han permanecido hasta nuestros días en Extremadura), nos diga que: "El horno es el lugar donde se cuece el pan, base de la alimentación de estos pueblos, Si el pan es vida, el horno es el creador y la fuente de vida"; tanto que "entre algunas culturas el horno simboliza la matriz, el lugar donde la vida se produce" (2).


JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, meteorito que recoge Carlos Sánchez-Montaña en su interesante blog EL TABLERO DE PIEDRA, que recomendamos consultar. En el artículo dedicado a los meteoritos y la montaña sagrada de Montserrat, este arquitecto expone el carácter sagrado y ancestral de estos aerolitos, que se conservaron desde tiempos inmemoriales en los templos más importantes de la Antigüedad (VER
http://eltablerodepiedra.blogspot.com/2010/07/los-meteoritos-de-la-montana-de.html). A continuación y en los párrafos bajo estas imágenes, nosotros damos una interpretación que puede explicar el por qué del culto al aerolito sacro; relacionándolo no solo con su significación cósmica, sinó también con el comienzo de la metalurgia -y por lo tanto de la civilización, que emerge tras la Edad de Piedra-.

Bajo este párrafo, curioso aerolito decorado y expuesto en forma de pequeño Karesanshui japonés en un tiesto a modo de Ikebana; "arte decorativo-floral en piedra", conocido con el nombre de Shuiseki. Observemos en ambas imágenes de los meteoritos, cómo aquellos son pétreos pero sobre todo metalizados (rocas metálicas, que en su mayoría tienen un alto contenido ferreo). Ello, de seguro hizo que en la Antigüedad se tuvieran por un de los objetos más sagrados, enviado por los dioses; no solo por caer del cielo y tener una trayectoria (o figura) similar al la de un cometa, o de una estrella. Sinó también porque en su interior solían guardar grandes cantidades de metales y vidrios, que podían extraerse o estudiarse, metiendo el aerolito en un horno (3).







Más todo lo anteriormente expuesto se nos haría incomprensible si no entendiéramos un hecho "cósmico" que hizo sublimar los metales: La caida de los aerolitos (que en su mayor parte están compuestos por metales). Meteoritos que fueron observados por los sacerdotes-astrónomos y astrólogos del Mundo Antiguo, como auténticas estrellas venidas hasta la Tierra y que llegaban hasta nosotros cual mensajeros de los mismos dioses -quienes de este modo envíaban sus dones a los hombres-. De tal manera, aquellos "trozos del Cosmos" que impactaban en el suelo, introduciéndose en este -que veces se fundían con los minerales de la tierra (debido a su incandescia)-; se interpretaron como las semillas del Universo. Entendiendo su llegada y entrada en el lecho terrestre, como una fecundación de nuestro suelo. "Plantación" en la que el meterito caido actuaba del mismo modo que la lluvia venida del cielo que fertilizaba la tierra, o a la de una simiente que los hombres introducían en el terreno. Consecuentemente, se pudo entender que de esta unión entre Universo y Tierra (al impactar en ella los aerolitos), nacieron las vetas de los distintos metales, como llegadas desde el cielo; meteoritos que fueron fecundando los campos -con su simientes metálica- y que lo sembrarían, dando lugar a las minas de oro, plata, cobre, estaño y etc. Siendo aquellos metales los donenes más preciados regalados por los dioses a los hombres.


De este modo, podremos entender la importancia que hubieron de tener no solo los aerolitos, sinó sobre todo los primeros metales, de los que sabemos se hallaron en estos "trozos de estrellas" que los hombres recogieron del terreno, para adorarlos y estudiarlos. Siendo un hecho y evidencia históricamente probada, que en gran parte de las civilizaciones (al menos en las del desierto), el principio de los metales se halló gracias a los meteoritos. Piezas caidas del cosmos que en su mayor parte se componen de metales (y algunos vidrios), y que al ser encontradas por los hombres en la Antigüedad se usaron como el primer medio de obtener ciertos minerales. Consecuentemente a ello, hace unos cien años extrañó a los arqueólogos sobremanera que ya en el III milenio a.C., en los enterramientos egipcios, apareciera con cierta profusión el hierro. Minerál férrico en estado dulce (sin apenas dureza) y que lucían hasta en las coronas y adornos más importantes los nobles del Nilo. Por lo que la arqueología llegó a la conclusión de que esas coronas y abalorios que contenían hierro en el III milenio a.C. (más de mil años antes de la Edad del Hierro), habían sido forjadas con minerales extraidos y obtenidos de los aerolitos. Hecho este que hizo intuir por qué se daba tanto valor al hierro en el Egipto del tiempo de las Pirámides, que lo engarzaban y colocaban en joyas, junto al oro y a las más preciadas gemas.


El caso que relatamos arriba nos muestra en sí la importancia de los meteoritos en la Historia de la Humanidad, pero no solo por cuanto de sublimación y estudio de los astros supone la adoración al trozo "caido del cielo". Sinó fundamentalmente porque de ellos se supone que pudo surgir la metalurgia. Debido a que aquellos meteoritos más comunes, que consisten en una "cubierta pétrea y redonda" que envuelven un nucleo de hierro; de ser calentados o metidos entre brasas, explotan y saltan en mil pedazos, dejando ver su interior brillante y férreo (del cual es muy fácil extraer el metal, simplemente poniéndolo en un horno de alfarero -a más de mil grados-). A todo cuanto narramos, ha de sumársele el hecho de que si se golpean con cierta fuerza estos aerolitos más comunes (redondos y con interior férrico), suelen partirse por la mitad, observándose su núcleo metálico en la forma similar a un ojo con su pupila. Hechos estos que nos han obligado a deduicir que el hombre antiguo hubo de identificar el metal con los "trozos caidos del cielo", tanto como aquellos aerolitos con la semillas que se introducían en la tierra. Pero a su vez, por el aspecto de los más comunes meteoritos (esféricos y con nucleo brillante), también pudo considerar que aquello parecía el "ojo de dios", por su forma similar a una pupila.


JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, la típica pulsera contra el Nazar (mal de ojo) que actualmente se lleva y vende en la zona de Turquía y Grecia (tanto como en toda la zona del Sur del Mediterraneo). Heredera directa del mundo fenicio y de los abalorio púnico con el ojo en su centro, a nuestro juicio se relaciona también con el aerolito férrico de forma esférica y que al ser partido de un golpe, en su centro pareciera tener una pupila o iris brillante, rodeado de algo que se asemeja a un ojo. Estos abalorios sagrados y que protegían contra el mal, consideramos que se relacionan plenamente con el culto a los meteoritos y con la llegada de los primeros metales en el IV y III milenio a.C.. Aparición del metal con un carácter sagrado (no de uso) obtenidos a través de calentar los aerolitos en hornos (e incluso en cocinas del hogar).
Entendiendo esta relación tan estrecha entre el mundo cósmico y la metalurgia ya nos es fácil comprender por qué las joyas y los dijes mágicos tienen un carácter tan planetario. Con ello, podremos imaginar -por ejemplo- por qué los gemelos y los broches del famoso botón charro están plenos de significado astral y mágico. Sabiéndose que de algún modo representan los ciclos solares o lunares, junto a los dibujos de las estrellas. Recordemos en todo ello, cómo de manera igual habíamos hallado que el tesoro tartessio de El Carambolo igualmente contenía un significado calendárico, en el que cada una de sus filas de bolas (granuladas) correspondiendo ellas a periodos de la Luna o del Sol y otros planetas (4). Abajo: Botones y gemelos charros con su conocido diseño astral, foto tomada del libro La Belleza que Protege de Carlos Piñel (5).




Ampliando algo más los conceptos que vamos exponiendo, diremos que de la "concepción hermética" y de la idea mágica de aquel "Mundo" generado por los aerolitos sagrados y los metales que de ellos se obtenían; surge finalmente una idea que afirma cómo cada metal procede de un astro. Así, el oro vendría del Sol y la plata de la Luna, siendo aquellos dos grandes dioses, los que habrían mandado su semilla en forma de meteoritos, para fertilizar la tierra con sus dones más preciados procedentes de su "esfera". Naciendo por medio de esta "fecundación cósmica", las vetas o minas de todo metal habido en la tierra; que procederían de los trozos de planetas sagrados caidos del cielo, que cual esperma divino, fueron sembrando los campos de riquezas minerales. Siendo así que los siete principales planetas, tenían su metal procedente de las semillas enviadas por ellos hasta la Tierra; lo que dió posteriormente una estructura en la que cada dios mandaba unos metales, colores, tiempos y etc. .  Igualmente que cada día de la semana era gobernado por un astro; teniendo también su planeta y su dios hasta cada una de notas en la escala musical... . Es decir:


Como el domingo era el dia del Sol (sunday), o el lunes el de la Luna, y así sucesivamente hasta llegar al sábado que lo era de Saturno (Saturday). De un mismo modo cada planeta tenía su metal y su gema preciosa, trasladándose esta cosmogonía en el sistema filosófico hasta la misma escala musical, que entendía las siete notas como los siete astros. De tal manera y como explicamos, en el párrafo siguiebnte podremos ver cada metal, día o nota musical, se correspondían con el Cosmos del siguiente modo:

Sol - Domingo - oro - topacio - (1ª nota musical = nuestro Do)

Luna - Lunes - plata - perla - (2ª nota correspondiendo al Re)

Marte - Martes - hierro - rubí - (3ª nota corresponde al Mi)

Mercurio - Miércoles - mercurio - esmeralda - (4ª nota, corresp. Fa)

Jupiter - Jueves - estaño - amatista - (5ª nota corresponde a nuestro Sol)

Venus - Viernes - cobre - zafiro - (6ª nota corresp. al La)

Saturno - Sábado - plomo - diamante - (7ª nota corresp. al Si)


Con el anterior "esquema" en el que hemos recogido de manera muy simplificada el hermetismo y simbolismo de los metales y los planetas, relacionados con los dioses y los minerales (la semana y las notas de la escala musical); podemos entender cual llegaba a ser el significado de las joyas en la Antigüedad, que no se limitaban a ser objetos de simple adorno. Algo que se mantuvo hasta bien entrada la Edad Media, época en la que aún las gemas y los metales guardaban un claro y significativo poder mágico. Tanto, que abundaban los nobles o reyes que por entonces guardaban cristales, oro -joyas y plata-, en baules con fines protectores. Lo que no se limitaba a un poder económico que aquellos objetos atesorados les otorgaban, sinó más bien a sus propiedades secretas, que bien las conocía y enseñaba todo alquimista, mago o nigromante (de los muchos que entonces abundaban en las Cortes). El hecho es de tal relevancia que hasta en la Heráldica común, los colores de los escudos guardaron unos diferentes nombres conforme las armas fueran de un rey, de un noble, o de apellido no titulado. Usándose para describir las armas del rey los planetas (el "Sol, Luna, Marte etc"). Tanto como para el escudo de los nobles, se mencionaban los colores en gemas ("topacio, perla, rubí etc"); mientras que el blasón de un hidalgo se describía con coleres: "Oro y plata, gules, azur...".

Más, de toda esta mística de los metales y de los astros nacida en su mayor parte de la sublimación de los aerolitos,  que originaría entre otros muchos misterios los de la alquimia. Nació uno de los amuletos más extraños contra la mala suerte y que curiosamente es uno de los más comunes en todas las civilizaciones. Hablamos de las Piedras del Rayo, que no son más que pequeñas lascas, puntas de flecha o hachillas en piedra (talladas o pulimentadas) principamelmente neolíticas o paleolíticas, que se tuvieron como igualmente caidas del cielo. De tal manera en casi todas las civilizaciones se denominan a estas, "piedras del trueno·" (hijas de la tormenta o del rayo) y sin nexo común entre las diferentes culturas que las divinizaron, fueron adoradas prácticamente en todo el Planeta. Desde Japón (donde las denominan "piedras del trueno") (6) hasta la India y Filipinas, pasando por Siberia y Suecia, Grecia y Roma, tanto como en Borneo; o entre las culturas precolombinas, fueron estas consideradas sacras y venidas del Cosmos. En España (concretamente) dice el saber popular que tales "piedras del rayo" al caer con el relámpago, se introducen en la tierra siete metros y que cada año van emergiendo un metro hacia la superficie, para llegar a salir a la luz un septenio después. Sobre las propiedades mágicas que se les atribuyen en nuestro país, hay inifinidad de teorías, pero sobre todo sirven para evitar que nos caiga el rayo (encima o en casa) y fundamentalmente para curar enfermedades y protegerse del aojamiento, tanto como para fertilizar el campo.


El origen de tal mito y la costumbre que venera estas hachitas de piedra, afirmando que son un envío del cielo con propiedades mágicas, a nuestro parecer se relaciona plenamente con los principios de la metalurgia (que hemos venido exponiendo anteriormemte). Mitos que nacen de la adoración al fuego y sobre todo a los aerolitos; meteoritos en los que pudieron sacar los primeros metales. Por su parte, tales "piedras del rayo", sin duda se relacionaban con el culto a las armas (como protector de la comunidad) y con ello es en algún modo una precaria "lanza de Zeus" o "el Pallas" de Atenea, al igual que un "martillo Thor", que en sí mismo representa sin lugar a duda la bifaz sagrada (hacha doble, atributo común de las deidades de la tormenta en el Oriente Mediterraneo y en Europa). Algo que de nuevo nos llevaría hasta el Labrys o la bipenna, que se adoraba en el Laberinto de Cnossos; y que como ya dijimos en sí misma era la representación del metal (del culto a los metales y a las armas que nos protegían). Hecho este que de nuevo nos hace regresar hasta El Tesoro de El Carambolo, del que ya vimos como su pectoral tenía forma de "lingote Keftiu", que igualmente simbolizaba y significaba el "Labrys" cretense; el hacha bifaz minoica que presidía la gran sala del palacio de Creta (y al que daba su nombre: Labryntos)

JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, detalle del retrato del rey Salomón pintado por Pedro Berruguete hacia 1494, para la predela del retablo de la iglesia de Santa Eulalia, en Paredes de Nava (templo al que agradecemos nos permita divulgar la imagen). En este cuadro podemos ver la profusión de joyas, pedrería y abalorios con los que viste Berruguete al rey Salomón; quien está coronado por un gran cristal de rubí de proporciones desmesuradas. Pese a ello, en la época en que este cuadro se pinta aún aquellas joyas y gemas contenían un significado mágico importantísimo, teniéndose no solo como atributos de poder, sinó creyendo que llegaban a curar enfermedades o a alejar la mala suerte de aquel que las lucía.
Como decíamos hasta la herárdica estaba dominada por estas teorías relacionadas con la alquimia, y tal como antes comentábamos. Así, para describir las armas de un hidalgo en las que apareciera: Un león rampante de oro (amarillo), en campo de gules (rojo), bordura de sinople (verde); fajado en sable (negro) y plata (blanco). Si el mismo blasón era de un noble, habían de referirlo como: León rampante de topacio, en campo de rubí, bordura de esmeralda; fajado de diamante y perla. Mientras que si se trataba del escudo de un rey se decía: León rampante en Sol, en campo de Marte, Bordura de Mercurio; fajado de Saturno y Luna. Viendo en todo ello, como la mística que unía los metales, los minerales y el Cosmos, hacía ver la protección y diferencia entre el monarca, los nobles, y los súbditos del reino.






En la foto inferior: Dos Piedras del Rayo, imagen tomada del libro "Enseres", editado por el museo Etnográfico de Castilla y León (7). Dichos talismanes, que en su mayoría se tratan de hachas líticas, son comunes en casi todas las culturas del planeta. Ello quizás porque hasta el siglo XVIII, no se dijo y expuso que se trataba de armas y utensilios fabricados en piedra, en épocas o lugares en los que el hombre no conocía los metales. Las múltiples propiedades curativas que se atribuyen a las piedras del rayo, solo son comparables en su variedad y número a los lugares en las que estas hachitas y puntas de flecha, son veneradas (colgadas al cuello, o llevadas en el bolsillo, como amuletos). A nuestro parecer, se relacionan plenamente con el culto al hacha doble de Creta, tanto como con el martillo, la bifaz o la lanza del relámpago, que portan las deidades de la tormenta.



Pero continuando con la Piedra del Rayo y para ir cocluyendo la presente entrada, diremos que aquella tiene su razón de ser en un hecho cierto, producido por el relámpago. Este es la creación de "fulgitas", o piedras vítreas, que se forman cuando un relámpago cae sobre una zona rica en sílices; provocando la solidificación de una pequeña placa (allí donde toca con miles de voltios). Formando a veces el potente rayo al solidificar las arenas, "una piedrecita" alargada y delgada (similar en tamaño y forma a la concha esqueleto de una sepia, pero de color tostado). Estas "fulgitas" en verdad se parecen en algo a las hachas liteas y quizás por ello, en épocas en las que no se supuso que el hombre luchó y labró con herramientas de piedra, se pensó que las bifaces paleolíticas, o neolíticas (pulidas o talladas), eran producidas o enviadas por el rayo. Relámpago veneradísimo en la Antigüedad, tanto que de tocar en un árbol o en un suelo, aquel quedaba marcado como sagrado. Siendo en Roma costumbre normal, cercar el área en la que el relámpago había caido, creando allí un pequeño templete que se distinguía con escaloncitos y un murete redondo, al que llamaban "puteal" (de pensar = putare). Probablemente, el origen de tal rito se remonte al hecho de que el rayo es atraido por los metales -una circunstancia sabida desde los templos más remotos (8)- de lo que en aquellos sitios donde tocara el relámpago posiblemente eran muy ricos en hierro, cobre (u otros minerales de mayor valor); por lo que habrían de marcarse.


Sea como fuere, parece inevitable concluir que el rayo y los aerolitos están muy identificados como fenómenos comunes de fuego-cielo, metal y hacha bipenna; tanto como plenamente relacionados con la luz y el cosmos. Circunstancias que de seguro hicieron ver en las "piedras del rayo" algo semejante a lo que se consideraban los meteororitos: Trozos de estrellas, o hijas del trueno, regaladas por el "dios del Cosmos". Hechos como estos que hicieron considerar a los metales igualmente procedentes del Universo (un regalo de las divinidades) y convirtieron al aerolito y al rayo (junto a los minerales y gemas preciosas) como potadores de un valor secreto, mistérico y mágico. Algo que no solo explica su enorme apreciación, sinó también la necesidad de llevarlos encima, o colgarlos en lugar preferente, para estar protegidos de las enfermedades, de la mala suerte, de los aojos y hasta de las envidias (aunque pudiera parecernos lo contrario, puesto que ir cargado de joyas hubiera de ser más bien un motivo de generarla...). Todo ello explica no solo el valor histórico del oro, la plata y las gemas desde la antigüedad, sinó fundamentalmente su inseparable relación con el mundo de las religiones y de la magia, concediéndoles unos atributos divinos. Lo que además, nos hace entender por qué hasta hace muy pocos años, aún en zonas altas de la Ruta de la Plata las mujeres de Cáceres, Salamanca o Zamora, a diario iban cargadas de pedrería y joyas, incluso para asistir al trabajo del campo. Algo que se conservó en un lugar de España donde parece que el valor mágico de la joyería consiguió mantanerse durante milenios, por lo que en las ceremonias (hombres y mujeres) lucían valiosos ajuares de oro y plata, compuestos en ellas por collares repletos de abalorios, dijes y amuletos. Todos tan parecidos en significado y diseño a los que hubo ya en el Mediterraneo desde hace más de cuatro mil años, que nos debe hacer reflexionar sobre cómo vestirían y vivirían los ibéros y los hispanorromanos.

Para finalizar esta entrada añadiremos que tal como fuimos indicando, el culto a los aerolitos y a las hachas bipennas es común y ancestral en todas las religiones. Especialmente en las de Oriente Medio, Asia Menor, Europa Antigua y el Mediterraneo; donde son innumerables los casos de adoración a meteoritos, o a deidades relacionadas con las fuerzas naturales que portan un hacha, una lanza o un martillo (como figura del rayo, del fuego y la luz ). Siendo especialmente destacable el caso del Júpiter Lápidus en la Antigua Roma; bifaz petrea guardada con celo en el Capitolio y que se tenía por uno de los objetos más sagrados en el Lacio. Forma de Júpiter que se entendía como "Padre de la Unión" (Iu-Pater) representado en un piedra pulimentada con forma de bipenna (hacha litea), sobre -la que se decía- debía jurar su cargo todo gran mandatario romano. Conformándose el juramento más sagrado en la fórmula de prometer por aquel "padre de todos pétreo" (Júpiter Lápidus); algo que sin duda se relaciona con el culto a los aerolitos y sobre todo con el de las "piedras del rayo", debido a que este dios supremo romano era sobre todo la deidad de la tormenta y el relámpago.






Como colofón a cuanto hemos ido exponiendo, añadimos que en el día de hoy (seis de enero) se celebra la fiesta de la Epifanía, que pecisamente recuerda el dia en que los Magos de Oriente se acercan a adorar a Jesús, siguiendo una "estrella". Sabemos que "magos" es la voz con la que se designaba a los sacerdotes mesopotámicos (astrónomos-astrólogos); por lo que es muy llamativa la historia cuando narra que aquellos encontraron al recién nacido de María, gracias a una estrella errante que les guía. No deseamos entrar en especulaciones sobre astronomía y fechas, ni menos hablar sobre cometas ni hechos cósmicos, que quizás solo desvirtúan el verdadero valor del texto bíblico. Puesto que la importancia de todo aquello quizás radica en el hecho de que estos "magos de oriente" (adoradores de los fenómenos celestes), pasan a dar culto a un recien nacido. Algo que precisamente en el día de hoy explicaba el Papa Benedicto exponiendo en su homilía sobre la Epifanía, que la estrella fugaz, era el propio Cristo (al que siguieron los "magos"), lo que quizás explica la verdadera situación religiosa de aquellos tiempos, cuando muchos de los que rendían culto a las estrellas pasaron a adorar al hombre (al hijo de Dios).


JUNTO A ESTAS LINEAS: Labrys (hacha votiva) cretense procedente del santuario de Archalokori, fechada hacia el siglo XVIII a.C. Abajo, una vasija minoica de igual datación (objetos ambos del museo del Heracleion, al que agradecemos nos permita divulgar su imágen). En la crátera cerámica vemos tambien el dibujo de esta bipenna que dio nombre al palacio de Minos en Cnosos (Laberinthos). En nuestra teoría estas bifaces se relacionan con el culto al aerolito y al rayo; procediendo del rito solar que relaciona el calor (el fuego y la fragua) con los metales, tanto como el rayo y el meteorito con aquellos. Es este hacha doble también el probable "segundo origen" del lingote keftiu, puesto que además de simbolizar la piel de bovino (primer significado del lingote), seguramente aludía también al arma sagrada Labrys (como instrumento de metal, herramienta y hasta como valor moneda). Ello nos lleva a relacionarla con el Vellocino de Oro, que de manera igual al Labrys, colgaba de un árbol (vástago) en el palacio del rey del cobre (La Cólquida en el caso del Toisón). Uniendo así el símbolo de piel (de bovino o becerro) con el de pecunia y este con el de metal o hacha, que hubo de ser una de las más antiguas monedas.





CITAS:
(1) Para ampliar más estos conceptos, ver nuestra entrada sobre Tubalcain y la interpretación de los pueblos cainitas en El Antiguo Testamento
http://loinvisibleenelarte.blogspot.com/2011/05/lo-invisible-en-la-mitologia-el.html
(2) Jose MA. Dominguez Moreno CULTOS DE LA FERTILIDAD EN EXTREMADURA -Capítulo I- (Ed. Junta de Extremadura, Mérida 1987)
(3) Foto tomada del blog:
http://www.mundobonsai.net/t451-meteorito-ferrico-campo-del-cielo
(4) Significado calendárico del Tesoro de El Carambolo en nuestra entrada: http://loinvisibleenelarte.blogspot.com/2011/07/1-6_19.html
 
(5) FiguraXIII, pag. 20, LA BELLEZA QUE PROTEGE; Carlos Piñel. Zamora 1998
(6) Ver la entrada anterior, donde recogemos la imagen de dos puntas de flecha votivas del periodo Jomo, que se tienen por piedras del trueno japonesas.
(7) ENSERES (Página.209) Exposición del Museo Etnográfico de Castilla y León comisariada por Carlos Piñel y Joaquín Díaz. (Zamora 2003)
(8) Pese a que hasta hace algo más de doscientos años, no se consiguió demostrar que la elecricidad del relámpago se podía atraer hacía una punta de metal y llevar por un conducto metálico, derivándolo hacia un pozo (pararayos inventado por Frankling); casi todos los pueblos han observado como la tormenta cae sobre los árboles o sobre las piezas de metal. Tanto era así que Barandiarán en numerosas ocasiones habla de cómo los aldeanos vascos tenían por costumbre ancestral, colocar los aperos de labranza (en especial la hoz) frente a sus casas, colgadas de árboles y en épocas de tormentas; para protegerse de aquellas con esos talismanes. "Amuletos" que puestos fuera de la casa y en alto, podemos entender que no eran ineficaces, por cuanto atraerían el rayo, evitando que cayera sobre el tejado de la casa.
















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