domingo, 20 de mayo de 2012

MADRE LUNA Y PADRE SOL -algunas joyas y objetos suntuarios que los simbolizaron; sus efectos apotropaicos- (De "Lo invisible en la mitología": Los bueyes de Gerión en el tesoro de El Carambolo. Parte L).


Esta entrada es continuación de las anteriores. Recomendándose la lectura previa de aquellas que le preceden, para una comprensión plena de cuanto exponemos en ella.

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BAJO ESTAS LINEAS: Frontal de un templo japonés de la ciudad de Maebashi, en el que vemos un "gong" ritual común, que se hace sonar golpeando la cuerda anudada (que le cubre). Bajo el signo solar, esta "campana sagrada" representa de algún modo el brillo de los astros, o el espejo del cosmos; teniendo la capacidad de otorgar protección con su golpe de sonido a los fieles. De tal manera, el "gong" nippón marcará la unión de los tiempos o el final y el comienzo de una época, tanto que el año ritual se inicia con su sonido. Consecuentemente, en ocasiones tan marcadas como el Año Nuevo, todo templo japonés hace sonar estos grandes discos metálicos durante minutos en anuncio del tiempo que nace. Como hemos estudiado en anteriores entradas, la acústica sacra en la mayor parte de las civilizaciones milenarias ha relacionado el movimiento y la armonía de los planetas con la música (tanto como el sonido y su belleza, con los ciclos siderales). El resultado "místico" final que consideramos es que el espejo -tanto como el disco-gong sacro- son de algún modo un símbolo del Universo armónico; al igual que lo será en Occidente la campana y la sombra sobre la torre de una iglesia (o la del reloj solar que en ella hay). Siendo aquellos los signos de la luz y de la acústica que nos protege. De tal manera, comenzamos este artículo con la imagen del espejo-gong como disco astral y del sonido que su golpe puede producir; símbolo del brillo de las estrellas que marcaran los ciclos e intervalos del Espacio, del Tiempo y de la música.




AL LADO: Detalle del Pectoral del Tesoro de El Carambolo en el que podemos ver los adornos "buliformes" que ya hemos estudiado en su significado astronómico y apotropáico (agradecemos al Museo Arqueológico de Sevilla nos permita divulgar su imágen). Como vimos en nuestra entrada 59º del presente blog (http://loinvisibleenelarte.blogspot.com.es/2011/07/1-6_19.html) el número de sus formas en semiesfera y cóncavos, coincidía con los ciclos de la Luna y del Sol (como meses o días, siendo aquellos múltiplos de 12, 13, 28, 29 y etc). Por su parte, el valor o poder mágico de esta joya ya hemos explicado que se debe fundamentalmente a su forma de "keftiu", o lingote de metal precioso, usado en Creta y Chipre a fines del II milenio a.C.. Diseño que a nuestro juicio a su vez procedería del hacha doble (labrys, que daba nombre al Laberinto) y que se relaciona con la bipenna sagrada, que simboliza no solo el arma protectora y el metal preciado que concede la prosperidad; sinó igualmente el rayo o la luz divina. Formas desde las que nacieron amuletos tales como las famosas Piedras del Rayo, que hasta nuestros días han llegado en forma de hachas pulimentadas. Bipennas normalmente de origen neolítico, usadas hasta no hace mucho como talismanes apotropáicos para protegerse de los fenómenos atmosféricos -fundamentalmente para evitar el rayo, pero obteniendo lluvias que generen las buenas cosechas-.
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Abajo: Talismán fenicio en ágata buliforme, montado sobre oro perteneciente a los siglos VII al VI a. C. (procede de Tharros, Sássari, y propiedad del Museo de Sanna, al que agradecemos nos permita divulgar su imagen). Centenares -por no decir miles- de talismanes semejante a este y con formas circulares o astrales, producían los fenicios en sus fábricas, extendiendo su comercio y uso por todo el Mediterraneo. Una gran parte de aquellos tienen su origen en los ritos de magia egipcia, nacidos de la religión del Nilo cuyas prácticas ya se realizaban en Biblos -incluso varios siglos antes de que germinase la cultura fenicia en el litoral que actualmente comprende las costas de Líbano y Siria-. Pese a ello, algunos otros dijes y abalorios fueron propiamente púnicos, como los del del dios ocular o el talismán en forma de pupila. Amuleto del ojo azul que hoy aún se usa para combatir el Mal Fario -Nazar- en gran parte del Mediterráneo y que extendieron los comerciantes de Fenicia, como diseño variado del ágata y del lapislázuli que los mesopotamios utilizaban para el mismo fin. Entre esta infinidad de colgantes mágicos que los fenicios producían y que los griegos en ocasiones denostaban, llamándolos quincallería ("artimatia", apodo dado por los helenos a la bistutería apotropaica, pese a que la mayoría de ellos también los consumían con gran fe). Destacan los de formas esféricas; algo que creemos nace de la identificación de la luz con el globo ocular y de este con el brillo y forma de los planetas. Simbolizando los colgantes redondos: Los astros, la visión y la luz -como concepto de bondad protectora-.




Iniciamos la entrada de hoy en la que trataremos sobre el poder protector de algunas representaciones de la Luna y del Sol en objetos suntuarios; hablando de nuevo de las publicaciones que han tratado el tema. Centrándonos en algunos estudios que trataron sobre el poder apotropaico de joyas y adornos que simbolizan los planetas y más concretamente en las facultades de aquellos como ahuyentadores del Mal de Ojo. Acerca de ello, ya dijimos que recientemente apareció una tesis doctoral que lo trata, trabajo que publicó la Universidad Complutense en 2010, firmado por Antón Alvar Nuño e intitulado: "EL MAL DE OJO EN EL OCCIDENTE ROMANO....". Tal como expresábamos unas entradas antes de la presente y sin desear quitar mérito a tan extenso trabajo, habíamos echado en falta en toda esa tesis varias menciones a investigadores cruciales sobre este tema. Refiriéndonos en primer lugar a Richard Payne, quien fuera uno de los mayores benefactores del Museo Británico y quizás el primer estudioso serio sobre el culto al falo y su expresión en el Mal de Ojo. Tanto como a Catherine Johns, quien en 1982 retomó el tema, que aún permanecía en situación de "semitabú". Y que en su libro publicado por el British Museum (SEX O SIMBOL?) logró no solo recopilar una gran documentación sobre cultos sexuales en la antigüedad, sino igualmente explicar el valor de muchos de aquellos "objetos venéreos", relacionándolos con el Aojo (o la protección del "mal fario").
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Evidentemente exponíamos igualmente la tristeza de que en su tesis Antón Alvar Nuño tampoco hubiera mencionado (o leido) nuestro trabajo sobre ello, comprendido en el libro EL CUERPO EN LA TRADICIÓN ("Higa, higo, hígado y aojo; magia religión y medicina", Ed. FUNDACIÓN JOAQUÍN DIAZ 2007, Valladolid). Puesto que en aquel hubiera conocido mi tesis que expresa como origen primigenio del Mal de Ojo, la transmisión venérea de las oftalmias más graves. Pero dejando al margen que no dé por conocido nuestro estudio, llama poderosamente la atención que dedique un capítulo a las últimas investigaciones sobre El Mal de Ojo en España y que en este tan solo mencione apenas dos autores (sobre los que más adelante trataremos), sin citar trabajos tan especialmente significativos como el que hoy vamos a analizar. Nos referimos por ejemplo al de Maria Luisa Martín Ansón, que en su estudio titulado AMULETOS-TALISMANES EN FORMA DE CRECIENTE EN LA ESPAÑA MEDIEVAL (publicado entre otros por AEA, LXXVIII. 2005, 309, pp. de la 5 a la 21), recoge el significado del Aojo en muchas culturas, tanto como las maneras de combatirlo con amuletos a modo de lúnula -especialmente usadas para proteger animales-.
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Verdad es que cuando escribimos el libro anteriormente mencionado ("Higo, higa, hígado y Aojo..."), tampoco había leido -ni conocía- esta obra de Ma.Luisa Martín Ansón, muy valiosa desde el punto de vista de la investigación -y que se editó un par de años antes que antes la mía-. Estudio que llegó a mis manos no hace mucho tiempo, por lo que queremos redimir a día de hoy la causa de no habernos documentado suficientemente entonces; pudiendo haber incluido entre nuestros datos o aportaciones algunos que la citada investigadora proporciona en ese trabajo sobre los amuletos con forma de creciente. Dicho esto, comenzaremos el artículo de hoy recordando de nuevo el sentido mágico del espejo en la Antigüedad y en las culturas milenarias, del que ya vimos su sigificado se asimilaba con todo objeto que simbolice la Luna y las estrellas. Algo que procede fundamentalmente porque la luz de nuestro satélite es un reflejo del Sol; un hecho tan cierto como facil de observar, conocido desde la más remota antigüedad y que llevó a identificar los espejos o las aguas (donde se reflejan las imágenes) con el astro que nos acompaña y el que le proporciona la luz. Del mismo modo, ya habíamos dicho repetidamente, que la coincidencia entre el ciclo de la Luna y los de la mujer, hizo que esta simbolizase la Gran Madre; que normalmente se expresa en las religiones antiguas como una mujer que luce un creciente -o un espejo- sobre su frente (o su cabeza). Por todo lo que previamente a entrar en el estudio antes mencionado de Ma.Luisa Martín Ansón, vamos a recordar algunos conceptos ya vistos sobre el sentido apotropaico de la joyería y de las formas globulares en adornos suntuarios ibéricos.


AL LADO:
Amuleto denominado "Lechisangre" que se compone de ágatas engarzadas; propiedad del Museo Etnográfico de Castilla y León, al que agradecemos nos permita divulgar su imágen (foto tomada de su libro catálogo "Enseres" pag. 175). Observemos este talismán muy común en España hasta no hace muchos años y que tanto se parece al fenicio que antes recogíamos (con más de veinticinco siglos de diferencia entre ambos). Las propiedades curativas y protectoras de los minerales preciosos ya dijimos que se basaban en la identificación de estos con los planetas (donde habitaban los dioses y de los que procedían las piedras valiosas) y en los usos de farmacopea que se les daban. Tanto que hasta la aparición de la farmacia científica, era común contener en las boticas de los conventos un lapidario; cajones donde se guardaban metales y minerales (semipreciosos o preciosos) para mezclarlos en los unguentos y bebedizos que allí se preparaban con fines curativos. Actualmente, algunas "ramas de la medicina" también afirma que a través del contacto cutáneo o llevando colgadas ciertas gemas y metales preciados, se provocan cambios en el estado metabólico del cuerpo. Tanto que incluso aquellas afectan a los huesos o a la piel, llegando a curar o a equilibrar al que así las porta.
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ABAJO: Diversos pendientes o colgantes en oro y plata fechados en el Bajo Bronce -o la Primera Edad del Hierro hispano (hacia el siglo IX a.C.)- que presentan igualmente adornos buliformes. Joyas con estas formas se hallan con cierta profusión en la Península Ibérica; datándose a fines del II milenio. Igualmente en Mesopotamia y en Oriente Medio, podemos encontrar adornos con diseños similares ya desde el III milenio a.C., que en España se han denominado de "racimo" (por su cercanía a uno de uvas). Pero si observamos con detenimiento dichos adornos veremos que consisten en un símbolo astral y que incluso tienen un carácter matematico. Tanto que el de la imagen se compone en cada pendiente (anillo) por dos triángulos unidos; uno formado por tres bolas de gran gran tamaño, que se cruza con un trio de bolitas menores. Otras joyas similares aparecidas en la Península han sido tenidas por esquematizaciones de racimos de uvas, algo que tampoco explicaría su diseño debido a que el vino y las viñas se introducen en nuestras tierras en épocas mucho más tardías a la datación de estas (nunca posteriores al siglo XI a.C.). De ello, consideramos que estas joyas buliformes del II milenio a.C. y que tan frecuentemente se hallan en nuestras tierras, contienen un carácter astral, seguramente relacionado con esquematizaciones de ciclos y formas siderales. Figuras que se sabe existieron en la posterior orfebrería y de las que sobre su significado cósmico nadie duda, tanto que es admitido que el botón charro esquematiza símbolos lunisolares. Botones, colgantes y adornos que consideramos nacen de la joyería más antigua peninsular, cuyos diseños se encuentran ya en el III milenio a.C. y que permanecen durante los siguientes mil años, siendo posteriormente tomados por los fenicios o los tartessios. Unas formas características y muy peculiares -a modo de astros- diseñadas con grandes esferas cóncavas y convexas unidas; algo que podremos más tarde (hacia el siglo VII a.C.) apreciar en joyas como las del Tesoro de El Carambolo. Diseños que serán muy similares a los que permenecerán en la orfebrería que hasta hoy usan las damas y los hombres de Iberia (como son las charras, las cacereñas, maragatas, valencianas y etc.).



AL LADO: Chaleco de hombre en el traje regional de Montehermoso, Cáceres (modelo tomado de un maniquí expuesto en el Museo Provincial de Cáceres, al que agradecemos nos permita divulgar la imágen). Observemos el botón llamado comunmente "charro" por ser muy utilizado entre los salmantinos, tan parecido en su diseño a la joyería del Bajo Bronce peninsular y tan cercano a las formas de El Carambolo. Nadie duda del carácter astral de sus adornos compuestos por semiesferas, sobre los que se afirma simbolizan la Luna en sus fases (con el fin de proporcionar protección y suerte al hombre que los lleva). Pese a esta certeza sobre el simbolismo cósmico de las joyas charras, apenas hemos podido leer un solo estudio en el que se relacione este diseño buliforme con la orfebrería tartessia (y en especial con las de El Carambolo). Del mismo modo, no hemos visto investigaciones que pretendan demostrar que aquella orfebrería ibérica hubo de ser no solo la precursora de las posteriores joyas hispanas (tan parecidas a estas); sinó que a su vez, piezas como el Tesoro de El Carambolo han de tener igualmente un enorme significado religioso y mágico. Simbolismo sagrado con diseños que reflejan los astros y las luces del Cosmos. Algo que se sabe esquematizan muchos de los adornos que hasta hoy lucen sobre los trajes y peinados regionales de España (cuyos orígenes se pierden en la noche de los tiempos).
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ABAJO: Fotografía de José Luis García Romero, que se halla en el blog: "arribescultura.blogspot.com" y que muestra tres charras en una fiesta de Aldeadávila, hace unos cien años. Ya hemos recogido imágenes de este autor (agradeciendo a arribescultura nos permita divulgarlas), en las que se ve claramentre en parecido de la moda y de los trajes charros, con los que hace más de veinticinco siglos lucían las mujeres de nuestras tierras. Pudiendo parecer nuestra observación exagerada al decir de nuevo que estas salmantinas llevan una orfebrería y vestimentas casi igual a las de las Damas ibéricas. Para que no haya dudas sobre nuestro juicio, de nuevo repetiremos que esculturas como la Dama de Elche, junto a varias de El Cerro de los Santos, se tuvieron por copias decimonónicas al no poder creer quienes las vieron por primera vez el parecido entre estas y la modas, trajes y peinados de las mujeres de su tiempo. Españolas que vestían a fines del siglo XIX en sus fiestas y galas de manera casi igual a las Damas Iberas que por entonces se comenzaron a encontrar y a estudiar (cuyo aspecto era muy semejante al de las falleras, las maragatas o las charras). Luciendo rodeles en sus orejas y peinados con "formas del carro", rematando su cabeza con preciadas joyas y tocados altos (como la peineta, que tanto recuerda al espejo de Isis). Todo ello, igualmente acompañado de "enormes ristras" de joyas y collares buliformes que cuelgan de los cuellos y hombros, las hacían casi iguales en su aspecto a las damas prehistóricas. Modas y modos que sin lugar a dudas han permanecido más de veinticinco siglos, cuyo significado astral y religioso inicial ha derivado hacia otro mágico y apotropaico (que aun hoy conservan).


Tal como venimos afirmando, entre los símbolos más curiosos ibéricos relacionados con la Luna y el Sol y conservado hasta nuestros días, es el rodete -o rodeles- de los peinados. Pelo que relacionaría la cabeza femenina con el Carro del Universo, también denominado "carro solar"; consistente en aquel "motor" que provoca el movimiento de los astros entorno al Mundo. Giro sidereo del que sabemos hoy también "participa" la Tierra, pero que antaño se atribuía tan solo a los planetas y a las estrellas que nos rodean. Siendo el "carro" que movía el Universo un mismo "mecanismo"al que en Egipto se denominaba Barca de Ra: El vehículo del Cosmos que avanzaba en los cielos de Este a Oeste, provocando el día y la noche a través de las horas. Ciclo que generaba el paso del tiempo y su medida, de cuyo conocimiento se servían los agricultores para saber cuando habían de sembrar o recoger, tanto como los marineros para orientarse en sus rutas. De tal manera, si la Barca de Ra egipcia se representaba en los cuernos que la diosa Isis (y Hathor) lucía sobre su cabeza, simbolozando el creciente y por lo tanto el paso del tiempo medido en Lunas (o Soles). El Carro del Sol seguramente era lo mismo que las Damas íberas llevaban sobre sus cabezas, prendado a cada lado y en la forma de dos rodeles. Con la forma de el pelo trenzado y anudado -a modo de dos "ruedas"-, adornando cada oreja; todo lo que sin duda significaba el Sol y la Luna en sus movimientos astrales.
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Para muchos, difícil se hará creer que realmente este Carro Solar milenario es el mismo que recuerdan aún hoy en sus peinados las falleras, las maragatas, las cacereñas, las zamoranas o las charras... . Pero mucho más dificultoso será poder justificar de otro modo por qué aún las mujeres en Iberia continúan llevando sobre sí un extraño modelo, inexistente en otras zonas de Europa, exactamente igual al que usaban las Damas Ibericas. De lo que sabiendo que "la verdad" (al menos la científica) ha de ser la hipótesis más sencilla que explique o resuelva de forma más clara y simple un hecho. Solo podemos decir que aquellas mujeres que aun vemos peinadas con rodetes en las fiestas de muchas Comunidades españolas, lucen en sus lados el recuerdo del Carro Solar. O lo que es lo mismo, los astros que desde la Antigüedad dominaban el panorama celeste y el de los dioses: La Luna y su resplandeciente marido, la "estrella rey". El padre Sol y la madre Luna esquematizados en aquellos peinados que se rematan y adornan con joyas en forma de bolas, que tanto nos recuerdan a los planetas y esferas brillantes que giran en el Universo (veamos la foto de las charras con las mencionadas bolitas de oro y plata prendidas en los rodeles).
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Finalmente diremos para quienes permanezcan incrédulos ante estas teorías, que las mismas ideas también se explican y justifican a través de otros muchos adornos y objetos suntuarios de esas zonas de España. Abalorios, joyas o colgantes que igualmente contienen un sentido astral comunmente conocido, entre los que como más común se halla el antes mencionado botón charro (que podemos ver en la foto superior lateral). Pieza comunmente hecha en plata (aunque también puede fundirse en oro) con forma redondeada y que presenta una semiesfera en el centro y otras muchas rodeándola -mientras a su vez suele llevar otra linea externa de bolitas menores que enmarcan las anteriores-. El número de las esferas que "giran" entorno a la central suele ser el de ocho (aunque a veces es muy distinto) y por ello cuando hemos preguntado sobre su sigificado a los ancianos de la zona en donde su uso era común, siempre nos han respondido que simbolizaban la Luna -o el Sol- en el centro y las ocho fases del satélite (de Menguante a Creciente, desde la Llena a la Nueva). Hubo quienes afirman que aquel botón significa los siete planetas rodeando la Tierra (o el Sol), pero por lo común se entiende que su sentido es el del Astro Rey y las fases de la Luna.
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Por todo ello y conociendo el valor protector de los planetas desde la más remota antigüedad, no es aventurarse el considerar que aquel botón -tanto como el peinado o la orfebrería buliforme que lucen los charros (los maragatos, los cacereños y otros muchos)- tuvo su origen en las formas más antiguas de la joyería ibérica. Unos adornos nacidos con diseños muy semejantes ya en el II milenio a.C. y creados seguramente por los colonizadores que en estos siglos del Bronce vinieron desde el lejano Este mediterráneo (tras nuestro oro y nuestra plata). Metales preciosos que atrajeron a gentes llegadas de Oriente Medio y del Egeo, en búsqueda de las enormes riquezas que entonces tenía Iberia, la tierra más fértil en oro, plata, cobre y estaño del Mundo entonces conocido. Un mundo que necesitaba de la casiterita como ahora precisa del petróleo, puesto que este metal semiprecioso era imprescindible para la aleación y creación de un bronce elástico y resisitente (que no se partiera o se quebrara con los golpes). Pero como las minas de estaño eran apenas inexistentes en el Mediterráneo, ello que hubo obligar (al menos durante la Edad del Bronce) a visitar nuestras tierras de continuo a las gentes de las más avanzadas civilizaciones, buscando este preciso metal. Generando todo ello Los Milares y El Argar, pero sobre todo una cultura metalúrgica que ya nunca desapareció de nuestra idiosincrasia. Un mundo ibero basado en las minas y en los metales que nace con los primeros colonizadores venidos desde Oriente Medio -hacia el siglo XXVIII a.C.- y que no cesará ni siquiera durante la dominación romana (que se abasteció de oro y plata en una gran parte de su Imperio, gracias a las minas de Orense, Galicia y de otros muchos yacimientos existentes a lo largo de toda la Ruta de la Plata).

AL LADO: Amuletos fechados entre los siglos XVIII y XIX expuestos en el Museo Provincial de Cáceres (al cual agradecemos nos permita divulgar su imagen). Se trata de lúnulas con higas en su centro, algo que podremos apreciar al aumentar la imagen y ver en la zona media de aquellas la paqueña mano también hecha en plata. La que aparece en la parte inferior tiene una joya engarzada que a juicio de expertos se trata de un trozo de pasta vítrea, pese a que la apariencia sea de un "cabuchón" de esmeralda. Por ello algunos consideran que se trata de adornos no solo para colgar o portar por las personas, sinó también para ser llevados en los animales. Teniendo grandes efectos protectores para las más elegidas cabalgaduras estos talismanes en forma de Lunas, los veremos mencionados en el estudio que escribió Ma.Luisa Martín Ansón y que a continuación analizamos.
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ABAJO: Otra vitrina del Museo Provincial de Cáceres (al cual agradecemos nos permita divulgar la imagen) en la que podemos apreciar varias piezas de orfebrería popular de los siglos XVIII al XX. En todas ellas se observa el parecido -que venimos mencionando repetidamente- entre estas joyas y las tartésicas o las fenicias. Siendo muy acusado el paralelismo entre los zarcillos que vemos en su centro y otros muchos modelos casi idénticos que se hallan en la arqueología ibera y que guardan a veces más de veinticinco siglos de diferencia.Tanta, que muchos han creido que estas piezas populares cacereñas o salmantinas se diseñaron copiando las ibéricas, o las fenicias y romanas que les precedieron. Algo absolutamente improbable puesto que la orfebrería antigua es un descubrimiento muy reciente, conociéndose las joyas iberas o fenicias desde finales del siglo XIX (dado que hasta entonces ni siquiera se habían hallado ni estudiado en nuestras tierras). Por lo demás, para que aquellos modelos hechos en plata y oro se mantuvieran vivos durante más de dosmil años en la zona Norte de la Ruta de la Plata, creemos que hubo de existir un nexo permanente como serían los orfebres judios y árabes hasta allí llegados. Talleres de joyeros y plateros que se establecerían preferentemente desde el siglo XV, debido a que huyeron a esta zona una parte de los hebreos que en la diáspora se refugiaron en esos montes de Salamanca-Cáceres, fronterizos con Portugal. Habiendo sido probablemente los judiós que marchan a sobrevivir a estas zonas -de la Sierra de Gata o de Francia-, los que seguramente mantuvieron muchos esos modelos de orfebrería clásica hispánica, de origen ancestral (hebreos de los que se sabe "abrieron" a fines del siglo XV nuevas juderías en muchos de los pueblos cercanos del vecino Portugal -Tras Os Montes, o Douro-).



AL LADO: Amuletos con forma de lúnula, fechados en el siglo XVIII y propiedad del Museo Etnográfico de Castilla y León, al que agradecemos nos permita divulgar su imagen (foto tomada de su catálogo ENSERES Pag. 214). El talismán de arriba presenta un diseño similar a los antes vistos, con una higa en su centro. El inferior que es de latón, tiene un su zona media una especie de lengua donde observamos una cara, que claramente se trata de una Luna llena. A nuestro juicio estos que vemos serían talismanes para colgar de las cabalgaduras, con el fin de proteger a los buenos caballos y mulillas de los males (especialmente del Aojo). En los siguientes párrafos tratamos sobre estos "hechizos" del Mal de Ojo y de los remedios que se ponía sirviéndose de talismanes como los que vemos.
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ABAJO: Colgante ibero-fenicio en oro puro perteneciente al Tesoro de Villaricos (propiedad del Museo Arqueológico Nacional, al que agradecemos nos permita divulgar la imágen). Observemos en este un diseño casi idéntico al de los amuletos anteriores y aunque entre ambos haya más de dos mil años de diferencia muy posiblemente el uso y el singificado que tuvieron ha sido muy similar. En lo que se refiere al fenicio, se distingue en su centro parece una Luna llena rodeada de granulados, que quizás tembién signifiquen el Sol. Esta se encuentra flanqueada por siete triángulos, formados cada uno por cinco bolitas de oro. Pudiendo referirse aquellos siete, a los días de la semana que como sabemos eran comunes en los calendarios semitas lunisolares (cumpliendo un ciclo de cuatro semanas la duración de un periodo de mareas dependientes de la Luna; tanto como el femenino ovulatorio, que igualmente viene a durar 28 días). En todo ello volvemos a ver la madre Luna como origen de la vida, dando protección y luz en la oscuridad (guiándonos en las tinieblas).


Por cuanto vamos narrando y recogiendo, nos será ya muy fácil comprender el interesante estudio de la profesora Ma. Luisa Martín Ansón (1), en el que comienza citando la Biblia como fuente donde encontrar ya estos amuletos y talismanes con forma de lúnula para combatir el Aojo. De tal manera hace referencia a esos adornos entre las mujeres de Jerusalén, tal como menciona Isaias escribiendo (2) :" ... Aquel día quitará el Señor el adorno de las ajorcas, los solecillos y las lunetas; los aljofares, las lentejuelas y los cascabeles; los peinados, las cadenillas de los pies, los ceñidores, los pomos de olor y los amuletos, los anillos y aretes de nariz; los vestidos preciosos, los mantos, los chales, los bolsos, los espejos, las ropas finas, los turbantes y las mantillas..." (Libro de Isaías, 3,16-24). Viéndose en lo antes descrito que las féminas de Israel en tiempos de este profeta (siglo VIII a.C.) lucían ya adornos en forma de lúnulas y solecillos, que acompañaban con lentejuelas, zarcidos anillos y aretes de nariz; todo lo cual hace pensar que el aspecto de aquellas debía ser muy parecido (sinó igual) al que actualmente tiene cualquier bailarina de folklore en Oriente Medio. Ello nos obliga a pensar que de una forma muy semejante hubieron de engalanarse las fenicias e incluso las tartessias y las féminas de zonas hispano-fenicias; a la vez que las propiamente iberas parece que guardaron ciertos rasgos más peculiares y que también se mantuvieron hasta nuestros días (tales como los rodeles, la peineta, los altos tocados o un gran número de vueltas de collares con los que cubrían -y cubren- sus cuellos y hombros).
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El texto anterior bíblico es de un enorme interés, pues nos muestra el uso común en Canaán de aquello que los griegos denominaban despectivamente como "quicallería" y que los fenicios comerciaban por todo el Mediterráneo en la forma de diversos amuletos, pendientes, aros, zarcillos, lentejuelas, dijes y abalorios. Colgantes y adornos que principalmente lucirían las mujeres y de los que sabemos tenían un gran valor mágico (probablemente por la capacidad de deslumbrar al hombre y atraerle hacia la que los lucía). Pues tal como en la frase anterior terminábamos diciendo, aquellas afortunadas de tener joyas, las "lucían"; voz que sin duda procede de el hecho de deslumbrar con ellas y "atraer" con sus luces a los demás. Algo que seguramente prodece o tiene un sentido comun con la fascinación y el Mal de Ojo (el fascinium) que en sí mismo significaba "alucinar" en el sentido de luz. Referido a ello, la mencionada autora nos dice en su obra (3) : "El influjo ejercido por la luna, el mal de ojo o la fascinación, probablemente son las supersticiones más habituales y sus consecuencias se confunden, (...) El mal causado por el `pus visibo´ que fluye de la mirada puede tener efectos funestos, no sólo para el hombre sino también para los animales e incluso para los objetos inanimados. Virgilio en la tercera égloga de sus Bucólicas, en el duelo poético entre los dos pastores, pone en boca de Menalcas lo siguiente: `He aquí que para estos otros ni siquiera es el amor la causa de que estén en los huesos. Un ojo -y no sé yo cuál- influye en la vida de mis pobres corderos´ ."
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Las frases anteriores explican de nuevo el significado de esta superstición que ha llegado hasta nuestros días y que aun cobra adeptos, tanto como gentes que lo temen casi más que a cualquier enfermedad (otorgándo al Mal de Ojo el poder de destruir vidas y hogares). Pese a ello, la mencionada investigadora Ma. Lisa Martin Ansón diferencia entre el mal influjo de la Luna y el Mal del Ojo, explicando claramente que (4) : "Las repercusiones del influjo lunar, conocido también como mal de aire son similares a las del mal de ojo Sin embargo, parece evidente que desde el principio de los tiempos, la luna, en sus diversas fases, fue objeto de una mezcla de veneración y temor, dada su condición de reina de la noche, diosa de la fertilidad y, al mismo tiempo, diosa de los muertos. Según todos los indicios, el amuleto lunar que refleja la fase de los dos cuernos tiene un mayor poder de contrarresto que el que representa la más amable cara de la luna llena, lo que justificaría el elevado numero de crecientes. El influjo lunar, en la mente popular, está íntimamente asociado al mal de ojo y ambos requieren una práctica preventiva, pues el enemigo oculto es de tal índole que se debe estar siempre en guardia contra él ya que, además, la acción dañina, una vez realizada, es prácticamente incurable". Con estas palabras la autora distingue claramente entre los dos males (el ocular y el lunar) siendo la lúnula el talisman que más efectos tiene para contrarrestar el más grave que se atribuye al Aojo. Mientras, otros amuletos con formas redondas y brillantes, que representan la cara vista del satélite (Luna llena) contienen como función contrarrestar aquel terrible influjo del astro, un mal que pese a confundirse con el anterior, nunca puede ser considerado tan grave.
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Sobre todo ello, es muy interesante la teoría que recoge acerca del Mal de Ojo en las antiguas creencias de Israel, exponiendo las ideas de Dundes en su obra "El mal de Ojo", editada en inglés hace veinte años y en la que escribe (5): "Entre las fuentes judías, consideran dos teorías respecto al mal de ojo. La más antigua es la teoría de los espíritus, basada en la creencia de que numerosos espíritus del mal existen en el ojo que, en determinadas ocasiones, bajo provocación, pueden herir a otros, causando enfermedad e incluso la muerte. Probablemente la practica de cubrir los ojos del difunto con piezas de porcelana sea para guardarse del revoloteo de los malos espíritus en ellos. Plegarias para proteger de estas influencias demoniacas y del mal de ojo, fundamentan su entrada en la liturgia judía. La segunda teoría es la de la evaporación en la que se considera que el ojo, como la piel, tiene poros a través de los cuales evapora algunos desperdicios. Este vapor es altamente venenoso y puede producir la enfermedad e incluso la muerte. Según esta teoría todo el mundo tiene el poder de dominar con la vista".
 

AL LADO:
Pendiente en oro, de los siglos XVIII ó XIX, perteneciente al Museo Etnográfico de Castilla y León, al que agradecemos nos permita divulgar su imagen (foto tomada del Libro de Carlos Piñel LA BELLEZA QUE PROTEGE, Zamora 1997; pag 53). Observemos que este zarcillo, denominado en Castilla de abanico, guarda todas las formas anteriormente mencionadas: La lúnula tanto como formas circulares que van creando el aspecto de "soles" o lentejuelas, a la vez que forman dibujos unidos con semiesferas y que claramente tienen un sentido planetario. Esta filigrana es muy semejante a otras halladas en la Península recientemente y que se datan en epocas tartessias (Periodo Orientalizante, siglos del VIII al VI a.C.); siendo imposible que aquellos orfebres del siglo XVIII que la hicieron pudieran conocer los modelos -casi iguales- que tan solo hace unas décadas han aparecido en yacimientos el Sur de España fechados con anterioridad al siglo VI a.C..
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ABAJO: Colgante en forma de Luna de época romana, que expone en una de sus vitrinas el Museo de Burgos (al que agradecemos nos permita divulgar la imagen). Posiblemente este talismán que se muestra junto a exvotos, como representación de un sentimiento religioso de la época, pudiera ser usado para colgar de animales (tal como veremos).
 



AL LADO:
Carro hitita con lúnula al frente, tal como lo recoge el interesante libro de C.W. Ceram, en su página 175: "El misterio de los hititas" (Madrid 1981 -agradecemos a la editorial y herederos nos permitan divulgar la imagen-). Como puede observarse, en el frente del carro de guerra llevaban estos soldados anatolios entre los siglos XV al VIII a.C. una gran chapa -seguramente de bronce- cuyo brillo servía para deslumbrar y asustar al enemigo. En forma de lúnula aquel enorme escudo servía al parecer para que sus reflejos -de encontrarse a contra luz-, actuaran equilibrando esta situación de inferioridad de quienes se veían obligados a luchar frente al Sol. Por su parte y durante las noches claras, es posible que también sirviera para iluminar el camino, haciendo de espejo. Este hecho de deslumbrar creemos que es crucial en las técnicas bélicas de la Antigüedad, tanto que la historia de Medusa vencida gracias al escudo de Perseo -que se reflejaba como un espejo-, puede hablarnos de ello. Indicando una época en la que los guerreros se servían de egidas cuyo resplandor deslumbraba al enemigo, algo que pudo ser muy temido por otros pueblos que carecian de escudos de este tipo. Creyendo (en nuestra opinión) que existe una relación entre estos hechos y la monstruosa Medusa que viéndose a sí misma sobre la de Perseo queda petrificada. Algo que relaciona el Mal de Ojo con el resplandor de las armas y estas con el deslumbramiento, lamado por ello "fascinación".
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ABAJO: Jinete y caballo ibérico sobre moneda del siglo II a.C. (denario de Sekaisa). Observemos cómo va enjaezada la cabalgadura que claramente lleva trenzas en sus crines, pero también parecen vislumbrarse cascabeles y otros abalorios. Por su parte, el jinete que lo monta igualmente puede portar cascabeles en su pierna. Finalmente, el caballo parece llevar alguna lúnula o placa sobre la frente (tal como era común entre los iberos).



Sobre el tema que tratamos y acerca del uso de lúnulas para proteger las cabalgaduras, expone la autora del estudio que venimos analizando lo siguiente: "El equipamiento del caballo romano, al parecer adoptado de la caballería céltica, lo conocemos especialmente a través de la escultura funeraria y, en menor medida, de la escultura oficial. En ambos casos es notoria la presencia de pinjantes y, entre sus formas, son significativos los lunados. Las lunulae muestran diversas formas: planas, con terminaciones bulbosas, con perfil angular, con perfil curvo, etc." (6). Las frases antes recogidas exponen claramente cómo el uso de aquellas lúnulas o frontales para caballos con formas de planetas que aún se usan para enjaezar, podemos ya testimoniarlos en la Hispania Romana e incluso prerromana (algo que concuerda con la representación de la imágen superior que recogía una serie del caballo ibérico).
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Finalmente y acerca de lo mismo concluye Ma.Luisa Martín Ansón: " La variedad de prácticas, formas y objetos empleados en la protección del caballo es considerable. En ocasiones se colgaban de su cuello o entre sus ojos, campanillas o cascabeles que, además de ejercer función protectora y proporcionar placer musical, avisaban a los transeúntes de la proximidad de un tiro de animales. Aunque la razón no está clara, se relaciona con la frase recogida en Zacarías (14, 20): Aquel día se hallara en los cascabeles de los caballos. Consagrado a Yahveh... También, en algunos países como Italia, las conchas de distintos tipos de moluscos cuentan entre los amuletos que protegen al caballo y propician su fertilidad. Práctica habitual, especialmente en Gran Bretaña, era el uso de una piedra horadada, enganchada a la llave de la puerta del establo que se usaba para proteger a los caballos de los encantamientos de duendes y brujas. La creencia de que el mal de ojo, provocado especialmente por un sentimiento de envidia, recae de modo especial sobre los seres, objetos, etc. bellos y perfectos, lleva, en algunos casos, como el de los beduinos, a cortar las orejas de sus caballos. Es una especie de sacrificio de redención. Mutilan ligeramente una bestia para que no corra los peligros a los que la expondría una perfección absoluta" (7).
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Algo quizás importante y que podemos añadir a cuantos interesantes datos presenta este estudio sobre ls lúnulas usadas para proteger las bestias, sería incluir la idea de la famosa herradura como medio de dar la suerte. Herraje del caballo que precisamente tiene forma de Luna y que de ser hallado en el camino se entiende como manifestación de la mejor fortuna. Algo sin duda debido a la unión de estos símbolos y creencias: El influjo lunar, la belleza de las cabalgaduras y la lucha contra el Mal de Ojo. Acerca de todo ello dice la mencionada autora: "A la influencia de la luna se atribuían y, aún hoy, se atribuyen numerosos males por lo que la forma de creciente, sin duda, es una de las más apreciadas. Según Hildburgh los crecientes lunares en España tienen dos intenciones, por un lado luchar contra el mal de ojo y, por otro, proteger frente a una especie de influencia lunar que, en la mente popular, está fuertemente asociada al mal de ojo. Por el contrario, las influencias del sol se consideraron siempre beneficiosas ya que mata a los invisibles que dejan al hombre ciego e indefenso. En las tinieblas está todo lo malo que nos rodea; el aire y los espíritus del mal; el misterioso poder de éstos no resiste la mirada luminosa del sol. Como las puntas agudas de los cuernos de coral o de azabache, sus rayos rompen las influencias maléficas. Sin embargo, la figura del sol no parece demasiado común en amuletos españoles" (8).
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Por todo cuanto hemos ido viendo y estudiando, parece lógico que el espejo y sus formas comunes más pequeñas (tales como las lentejuelas, lúnulas y dijes planos), tengan un profundo sentido mágico. Ello no solo por suponer la representación de la Luna y los planetas, sinó a la vez por contener unos usos muy específicos en la vida cotidiana. Utilidad que procede de la simple función del reflejo necesario para orientarse y poder estudiar con este los planetas y el Cosmos; tanto como para servirse de sus destellos como un arma de guerra (deslumbrando al enemigo). Sabido es el uso que de estos daban en batallas y en astronomía, tanto que son famosos los episodios que narran la quema de velas (o de naves) valiéndose de destellos en el mar hechos con grades chapas que actuaban como lupas sobre embarcaciones. Igualmente, por medio del reflejo en los estanques o valiéndose de soportes cóncavos reflectantes, se podía estudiar perfectamente el Cosmos (que de otro modo presentaba muchos problemas al carecerse de telescopios y de mejores medios técnicos). Todo lo que identificaba el espejo con el mundo mágico de la mujer, pero a su vez con aquel que vive en el "otro lado" o del "mas allá". Concediendo a tal objeto el poder de adivinar, proteger, augurar, custodiar y hasta el de combatir los peores hados: Los del Mal de Ojo.

AL LADO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Diversos ajuares de época romana expuestos en el Museo Arqueológico de Sevilla (al que agradecemos nos permita divulgar las imágenes). En ellos se observa repetidamente la aparición del espejo como artículo de prestigio y sobre todo mágico. Algo que como vimos procede ya de épocas egipcias en las que este disco que representa el reflejo de la Luna era el símbolo de Isis y de Hathor, diosas que lo portan sobre sus cabezas. Al lado, ajuar de Carmona del Museo Arq. de Sevilla y abajo algunas vitrinas que contienen espejos romanos hallados en tumbas femeniles.





CITAS:



(1):
Maria Lisa Martín Ansón: AMULETOS-TALISMANES EN FORMA DE CRECIENTE EN LA ESPAÑA MEDIEVAL. Publicado Por AEA, LXXVIII, 2005, 309, pp. 5 a 21
(2): Cita tomada de la página 6. Op. cit. (1).
(3): Cita tomada de pags. 6 y 7. Op. cit. (1)
(4): Cita tomada de pag. 7. Op. cit (1)
(5): A. Dundes, The Evil Eye: a casebook, London, 1992, página 47 y 50. Cita Tomada de Op. Cit. (1), pag 8. (Ma. Luisa Martín Ansón).
(6): Op. cit. Página 10.
(7): Op. Cit. pag 12.
(8): Op. Cit. pag 12.



















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