martes, 27 de agosto de 2013

EL CARAMBOLO, SUS ETAPAS, Y LA SAGRADA "PIEL DE TORO" (altares, pectorales y recintos tauromorfos) -Parte cuarta de: "El problema fenicio en las joyas de El Carambolo"-

-Capítulo 17º de "El frigianismo en la Cultura Ibérica" (Parte LXXXVI: "Los bueyes de Gerión en el tesoro de El Carambolo")-.
. ÍNDICE GENERAL: Pulsando la siguiente linea azul se llega a un índice general del blog. En el que se contiene las más de cien entradas que hasta ahora hemos subido. VER: http://loinvisibleenelarte.blogspot.com.es/2013/03/indice-de-entradas-con-algunas.html
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DEBIDO A LA EXTENSIÓN DE ESTE ARTÍCULO, SE HA DIVIDIDO EN DOS PARTES Y AL LLEGAR A SU FINAL HABREMOS DE CONTINUAR LEYENDO EN LA SIGUENTE ENTRADA. Ver:  http://loinvisibleenelarte.blogspot.com.es/2013/08/el-carambolo-sus-etapas-y-la-sagrada_27.html
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A SU VEZ, VIENE PRECEDIDO POR TRES DE LA MISMA SERIE "El problema fenicio en las joyas de El Carambolo" Y QUE SE ENCUENTRAN EN LAS ENTRADAS ANTERIORES. PARA QUIENES DESEEN CONSULTARLOS LES RECOMENDAMOS VERLOS CORRELATIVAMENTE PULSADO EN "ENTRADAS MÁS ANTIGUAS":
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COMENTARIO A LAS IMÁGENES: Sobre estas líneas; famoso mapa de Antonio García y Bellido, en que recoge las tierras Ibéricas según la Geografía de Estrabón (agradecemos a la editorial Espasa Calpe -Colección Austral-, tanto como a los herederos del mencionado profesor, nos permitan divulgar nuevamente esta lámina) (1) . Si nos fijamos en el entorno de la Península, veremos que García y Bellido la interpreta tal como Estrabón la concebía, cual una piel de buey. Para comprenderlo mejor hemos trazado unas líneas amarillas sobre los límites de Iberia, con las que vemos claramente cómo aquel territorio tiene forma de cuero de toro (curtido, cuyo significado era sagrado en la Antigüedad).
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De tal manera, el geógrafo griego habla de que Iberia lucía ese diseño; a modo de pellejo de bóvido, y al comienzo de su libro III (en que trata sobre nuestra Península) dice textualmente: "SE PARECE IBERIA A UNA PIEL TENDIDA EN EL SENTIDO DE SU LONGITUD, DE OCCIDENTE A ORIENTE, DE MODO QUE LA PARTE DELANTERA MIRE A ORIENTEY EN SENTIDO DE SU ANCHURA DEL SEPTENTRIÓN, AL MEDIODÍA" (2) .
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Como expone Antonio García y Bellido -en la obra antes referida (3)-, Estrabón alude dos veces más a este hecho de que la Península sea "tauriforme"; escribiendo también en su Libro II: "IBERIA, COMO UNA PIEL DE BUEY". Para expresar poco depués que: "ESTUDIANDO -LA OIKUMENE-, POR PARTES, LA PRIMERA DE TODAS POR EL OCCIDENTE ES IBERIA, SEMEJANTE A UNA PIEL DE BUEY. DE LA CUAL LA PARTE QUE PUDIERA CONSIDERARSE COMO CORRESPONDIENTE A LA CERVIZ SE HALLA VUELTA HACIA LA VECINA KELTIKÉ (Galia) (...) POR EL RESTO ESTÁ RODEADIO DE MAR (4) .
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En un primer análisis de los referidos textos, obtendremos dos conclusiones muy claras; la más inmediata se refiere al diseño de nuestras tierras como una península tauriforme; cuyo "cuello del buey" sitúa el griego en los Pirineos. Pero asimismo observamos en Estrabón otro hecho que parece indiscutible, como lo es que "el Occidente" se identifique con Iberia. Todo lo que se ratifica en las lineas iniciales del libro III de "La Geografía", que se encabeza con las frases: "COMENZAR DE NUEVO POR EUROPE. LA PRIMERA PARTE DE ELLA ES, COMO DECÍAMOS, EL OCCIDENTE, ES DECIR IBERIA. ESTA, EN SU MAYOR EXTENSIÓN ES POCO HABITABLE PUES SE HALLA CUBIERTA DE MONTES, BOSQUES Y LLANURAS DE SUELO POBRE, DESIGUALMENTE REGADO" (5) .
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En referencia a este segundo hecho, y la analogía de conceptos expresada por Estrabon entre IBERIA y OCCIDENTE; todo ello ratificaría nuestra etimología del nombre de la Península. Pudiendo demostrarse que "Iberia" se originó desde el griego Hesperia (o del proto-indoariano "SeBaris"); siendo comunmente conocido por los helenos ese hecho de que "ocaso" y "atardecer" eran palabras sinónimas al nombre de nuestras tierras -tal como se lee en La Geografía-. Una Iberia muy cercana fonéticamente a Hesperia (<= atardecer), de cuya voz también pudo originarse la de "Hispalis" e "Hispania". Pese a ello, los radicales semíticos del témino que significan "occidente", son muy parecidos; tanto que "Oeste" u "Ocaso" se expresa como "SEFAR" o "SEFARAD", todo lo que también pudo hacer nacer los términos "SPAL" o "HISPAL" e HIPANIA. De ello hemos tratado en la entrada anterior, tanto como hablamos a continuación; al igual que en este artículo escribiremos sobre la imagen de piel bovina de la Península.

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ABAJO: De nuevo la arena de La Maestranza; "La catedral" del toro, dista apenas unos miles de metros del montículo donde hace dosmil quinientos años estuvo el Templo de El Carambolo. Un cerro que puede divisarse sin problemas desde la parte alta de esta Plaza, donde fueron encontrados unos altares y un ajuar de orfebrería, conteniendo figuras tauriformes o de pellejo de buey (agradecemos a la institución nos permita divulgar la imagen). En la fotografía vemos uno de los momentos la lidia de novillos de El Serrano -con Conchi Rios, Emilio Huertas y Alvaro Sanlúcar-; donde sobre su albero se sacrifica el toro "sagrado"; en una arena y lugar que tanto se acerca y asemeja en color y localización a ese otro altar con forma de cuero de becerro, de El Carambolo. De un modo muy parecido (aunque con un rito muy distinto) se debieron también inmolar bóvidos en el templo del cerro, sobre cuyo significado y orígenes trataremos en el presente artículo.
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A) INTRODUCCIÓN Y RESUMEN DE CONCLUSIONES A LOS ARTÍCULOS ANTERIORES:

. Tal como hemos visto en las entradas que preceden a esta, trás las últimas prospecciones en El Carambolo, algunos de los arqueólogos participantes en esas campañas más recientes han formulado nuevas conclusiones. Unas últimas teorías acerca del templo y del llamado "Poblado Bajo", en las que afirman se trataría de un yacimiento fenicio y no tartessio. Todo lo que confirmaron numerosos investigadores despúes de las referidas excavaciones llevadas a cabo con motivo del cincuenta aniversario del descubrimiento (cumplido en el 2008). Entorno a ello, ya hemos expresado en nuestro primer artículo la idea de que en una colonización nunca puede considerarse que el pueblo aculturado por otro, pierda totalmente la identidad propia. Tanto, que incluso los que han sido totalmente fagocitados por una civilización ajena, conservan rasgos muy peculiares (como fue el caso de la Hispania romana, o de la América hispana). Pues esos pueblos y gentes que reciben una nueva cultura -que sustituye por completo a la suya y autóctona-, siempre consiguen dar un carácter muy distinto a la impuesta por la Metrópoli. De lo que no puede afirmarse nunca que las Sociedades aculturadas totalmente, sean idénticas a aquellas que las conquistan -Hechos probados, que vemos en la Historia; pues el arte ni la civilización colonial ibero americana son propiamente españolas (o portuguesas); de un mismo modo que se distingue perfectamente lo romano de Italia, de lo "romano provincial" hispano-.
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Desde estos conceptos partíamos en el primer artículo, mientras en el segundo ya expusimos que pese a que la colonización fenicia fue de gran impacto e importancia en el Sur Peninsular; ello no significa que eliminara los residuos de las anteriores culturas existentes en Iberia. Nos referimos a las del Final del Bronce, cuya característica más importante fue el desarrollo de una orfebrería finísima y sin paralelos en el Mediterráneo. Siendo algunos de sus más destacados ejemplos, los famosos tesoros de magnífica traza en riquísimo oro puro, como el de Caldas de Rei o el de Villena -tanto como los centenares de torques, pulseras y zarcillos que se han hallado (especialmente) en el litoral atlántico peninsular-. Joyas incomparables por su valor y hechura, fechadas entre los siglos XV al IX a.C.; que conforman una orfebrería de una calidad y con un peso en metales preciosos, que tienen tan solo parangón entre las coetáneas egipcias, o en las de Mesopotamia. Puesto que ni las piezas minóicas, ni las micénias y ni siquiera la orfebrería de Oriente Medio -del mismo tiempo-, pueden igualarse a las del Bajo Bronce peninsular; por su calidad de trabajo, su diseño o belleza, y menos en su cantidad de materia prima.
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Siendo así, es teoría admitida acerca del desarrollo y el tránsito del bronce al Hierro en el Sur Penínsular; una idea formulada desde mediados del siglo pasado por los mejores expertos en arqueología de entonces. Quienes proponen que tras la llegada de los colonizadores aparecidos durante la Primera Edad del Hierro en las costas meridionales -hacia los siglos X y IX a.C.-, se producen unas nuevas culturas en las áreas en contacto con esos visitantes. Naciendo por entonces unas "sociedades preibéricas", originadas con el choque -o la "colaboración"- entre los habitantes indígenas de la Península y los llegados por mar (principalmente desde el Oriente mediderráneo). Todo lo que generaría la civilización metalúrgica de Tartessos, como heredera de la atlántica del Bronce y unida a la aculturación procedente del Levante -que aflora y se extiende desde el Bajo Guadalquivir, entre los siglos VIII al VI a.C.-. Pasándose tras ello y hacia el siglo V a.C., a conformarse la cultura propiamente Ibérica; originada con la expansión del celtiberismo y la desaparición del mundo orientalizante (cuando se produce el fin de áreas como las de Tartessos o Gadir, cuya decadencia está plenamente unida a la de Fenicia).
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Así pues, la civilización genuinamente "ibérica" se forjaría durante los siglos de dominio de los Cartagineses, quienes se hacen con gran parte de nuestras tierras, logrando la desaparición de muchos de los visitantes orientales que desde el siglo IX a.C. "merodeaban las costas de Occidente". Todo lo que seguramente provoca una unión entre la tribus que habitaban en la Península; al ser gentes que de algún modo se reconocen con grandes rasgos comunes y herederos de unas culturas parecidas o predecesoras (la tartessia, celtibérica, grecoibérica, o las del Bronce). Hecho este que les haría configurar ligas y aglutinarse bajo el "epígrafe" común de iberos, seguramente con el fin de evitar al invasor o para sobrevivir a estos "visitantes" llegados de tierras lejanas -refierifiriéndonos fundamentalmente a Cartago y a quienes aparecen desde el siglo V a.C. en Iberia; con el fin principal de explotar sus ricas tierras cargadas de minas-. Cuanto hemos resumido es el origen que comunmente la "teoría arqueológica" expresa sobre el mundo ibero y acerca del tartessio. Pese a lo cual existen nuevas hipótesis, que de algún modo niegan que la cultura del Bajo Guadalquivir fuera heredera de las del Bronce peninsular. Considerando a Tartessos como una realidad tan solo debida al reflejo de Fenicia y de los colonizadores llegados de Oriente Medio (una simple colonia).
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COMENTARIO A LAS IMÁGENES: Arriba; torques de oro puro con cierre y bellísimos adornos en formas de zigzag, o de "tímpanos campana". Hallado en Sintra, es propiedad del Museo Arqueológico y etnográfico de Lisboa -Portugal, al que agradecemos nos permita divulgar la imagen-. Se fecha entre el final del Bronce y el primer Hierro (del 900 al 700 a.C.), siglos que preceden al mundo tartessio y en los que igualmente están datadas multitud de joyas similares por todo el área atlántica. Nos referimos a los centenares de torques (de collar o pulsera) y a los zarcillos semejantes, que se han encontrado en el litoral oceánico y tierras cercanas a Portugal, Extremadura, León, Galicia o Islas Británicas. Siendo estas el ejemplo de la existencia de una civilización Atlántica que produce aquella orfebrería principalmente desde los siglos XV al VIII a.C.. Una cultura común y minera que se origina en este área tan rica en metales preciosos, y que va desde el Algarve y Alentejo, a Orense y el Sil; pasando luego por Asturias a Irlanda y Gran Bretaña. Civilización del Bajo Bronce, que sería la predecesora de Tartessos y que como tal, "enseñaría" o mantendría el trabajo del oro entre aquellos iberos. Por lo demás, entre los adornos que vemos comunmente en la joyería del Bronce peninsular, -a mi juicio- se encuentran muchos paralelos con los modelos de la cerámica tartessia y pretartessia.
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ABAJO: Vaso reconstruido desde fragmentos hallados en El Carambolo y fechados hacia los siglos VIII y VII a.C. -tal como lo presenta el Museo Arqueológico de Sevilla, al que agradecemos nos permita divulgar su imagen-. Esta cerámica de tipo Carambolo o tartessia, es bruñida y está comunmente decorada con triángulos, rallas en zigzag, cuadrados y líneas; todo lo que en mi opinión puede relacionarse con los dibujos que presenta la joyería atlántica de la Edad del Bronce (ver anterior imagen).
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La idea antes expuesta, por la que algunos arqueólogos afirman que Tartessos fue tan solo el reflejo del Levante Mediterráneo -es decir, una colonia fenicia-; a mi entender sería admisible si se cumplieran algunos requisitos: El primero sería que los yacimientos y los hallazgos de Tartessos, tendrían que verse absolutamente iguales a los púnicos u orientales (como los de Malaka, Gadir o Cartago). En segundo lugar, para considerar que Tartessos era un simple satélite de Oriente Medio (sin aportes indígenas) habríamos de observar que sus objetos no contuvieran paralelos y rasgos afines con los enseres y estilos del Bronce Peninsular. Unas joyas y cerámicas que sabemos creadas entre el siglo XV y el VIII a.C. y que en gran parte son ajenas al mundo mediterráneo. Además, para que aquel reino del Bajo Guadalquivir fuera un mundo igual al de otros puertos y enclaves púnicos; no solo los hallazgos de Spal (El Carambolo), de Carmo (Carmona), o de Caura (Coria del Rio), habrían de ser indistinguibles con los de Malaka o Gadir. Sino que la cronología también tendría que coincidir con lo fenicio, debiendo ser coetáneo y escalonado; es decir que primero aparecerían las fundaciones de las ciudades púnicas de la costa y luego, las posteriores urbes en el interior (ascendiendo principalmente por el Guadalquivir).
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Cuanto hemos explicado en el párrafo anterior son requisitos que no se cumplen, tal como vimos en anteriores entradas. Así pues, y en referencia a los paralelismos entre el mundo fenicio y el turdetano; llegaríamos primeramente a observar que ni la cerámica -ni menos la orfebrería tartessia-, tienen una semejanza suficiente como para otorgarle una identidad plena con las del mediterráneo oriental. En lo que se refiere a las piezas de barro -bruñido y con lineas excisas- del Bajo Guadalquivir, ciertamente se parece mucho a la alfarería chipriota coetánea. Aunque fragmentos y vasos del mismo tipo se han encontrado en los yacimientos del Bronce, repartidos por toda Andalucía y por el Sur peninsular. Además, las llamativas decoraciones de esta cerámica, a la que denominaron "tipo El Carambolo" (pintadas a base de triángulos, cuadrados y lineas); en mi opinión se asemeja en gran medida a las ornamentaciones y dibujos que lucen las joyas de la Edad del Bronce peninsular. Todo lo que identificaría de nuevo las piezas de barro tartessias, con el Mundo anterior al Hierro en nuestras tierras. Por lo demás y para finalizar acerca de los problemas que surgen al pretender ver en Tartessos solo un mundo fenicio; nos encontramos que tampoco coinciden las cronologías y a la obligada identidad entre los hallazgos turdetanos y los de Oriente Medio -algo imprescindible para poder considerar púnico a este reino del Bajo Guadalquivir-.
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Por último, ya vimos que las joyas de El Carambolo contienen signos e inscripciones luwitas en su collar, de lo que en mi opinión hemos de unir este tesoro al mundo frigio -cultura anatólica presente en la Penísnula desde el siglo VII a.C., y con ejemplos de estatuaria como Pozo Moro (en Albacete)-. Por su parte, los pectorales son tauromorfos; un diseño que a juicio de las últimas investigaciones arqueológicas es puramente peninsular. Esta teoría del origen ibérico de la figura "piel de buey", la defienden algunos de los investigadores, de los que muchos, a su vez afirman la identidad plenamente fenicia del ajuar y del templo de El Carambolo (como J. L. Escacena, R. Izquierdo y A.Gómez Peña -entre otros-). Un planteamiento que así expuesto tiene un grave problema de fondo, ya que si admitimos que la "figura sagrada" con forma de piel de toro es autóctona, hemos de preguntarnos: ¿Por qué el santuario que contiene un altar con ese diseño, o una joya tauromorfa; no son también autóctonos?. Es decir, que si el diseño sagrado a modo de un cuero bovino es puramente indigena: ¿Por qué el templo de El Carambolo y su tesoro (que guardan estas mismas lineas) no lo son...? .
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COMENTARIO A LAS IMÁGENES: Arriba sílabas o ideogramas neo-hititas, que se relacionan con las figuras que aparecen en el tesoro de El Carambolo. En primer lugar vemos el ideograma en forma de piel de buey, que es la "planta de edificio" (en idioma frigio) y que se lee "vivienda" o "casa" -correspondiéndose con el diseño de los altares y joyas de El Carambolo, pero también con el del suelo de tumbas como la de Pozo Moro (monumento claramente neohitita o frigio)-. Tras ello, los triángulos cuyo significado es "ciudad", "reino"; aunque tumbados han de leerse "KU-KU" siendo el ideograma de la diosa "KUbaba" (Cibeles frigia). Además, en la imagen vemos otros signos luwios o neohititas, que también pueden observarse en el tesoro de El Carambolo, entre los que destacan las dos "C" contrapuestas, cuyo significado es "dios" (o príncipe). Traduciéndose las formas de dobles "C" junto a los dos triángulos como diosa Kubaba, la Cybeles neohitita a la que pudo estar consagrado el templo de El Carambolo. Observemos por último, como entre esos símbolos luwios existe uno que se parece al "Ank" (cruz de Isis -o ansada- egipcia) con el mismo valor de traducción y que significa "vida". Pese lo a que este Ank luwio tiene como representación "un nudo" o colgante, en cuyo centro porta el lingote (o la "casa" en ideograma hitita).
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ABAJO: Signos minoicos del alfasilabario Lineal A y B, que se relacionan con los que contiene el ajuar de El Carambolo.Destaca entre ellos el lingote, letra o ideograma que aparece en todos los alfasilabarios cretochipriotas (desde su origen -a comienzos del II milenio a.C.-, hasta su erradicación en Chipre hacia el siglo V a.C.).
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Durante el presente artículo intentaremos cuestionarnos estas y otras preguntas, recurriendo a los escritos de los autores que defienden como propiamente indígena aquel símbolo sacro de la antiguedad ibérica (que significa el pellejo del buey -para unos-; mientras otros ven en él principalmente el lingote -cretochipriota-). Pese a todo y antes de comenzar, desearíamos volver sobre el tema que hemos destacado en la primera imagen, donde recogimos que la Península era vista por Estrabón cual una piel de toro. Un hecho que pudo tener un sentido relacionado con la magia o el misterio para nuestras tierras; ya que como sabemos, el buey y el astado significaban en la Antigüedad la riqueza y la prosperidad, asociadas siempre con el metal. De ello (y como siempre repetimos) el dinero se denominaba pecunia -de "pecus", animal- y las propiedades se medían en cabezas (o cueros) de ganado. Siendo así, es muy curioso que Estrabón repita por tres veces en su Geografía, esa coincidencia entre la forma de la Península y la piel del bovino. Ello porque las tierras de Iberia eran famosas por sus minas y por sus yacimientos cúpreos; un cobre que (como ya sabemos) durante el II milenio a.C. se fundía y comercializaba en lingotes con aquella forma (pie de buey), entre los minóicos, por los micénicos, los cretochipriotas y los sardos.
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Coincidencia o casualidad, pensamos que el hecho destacado por Estrabón refiere algo que pudo llamar su atención quizás al relacionarlo con los conceptos de magia y religión en la Antigüedad. Ideas que concebían una unión "simpática" entre los objetos, los seres vivos y los pensamientos; por los que consecuentemente, una tierra tan rica en metales y ganados, podía tener ese contorno en forma de lingote o de piel de toro (símbolo de la pecunia). Hechos estos que quizás fueron los que hicieron destacar a Estrabón la apariencia de cuero de la Península. Unas características de nuestras tierras, que por otro lado seguramente fueron conformando un ciclo de mitos que relacionaban el metal y la riqueza, con el Occidente extremo y los bueyes. Todo lo que finalmente generará las leyendas de los "toros del Oeste", fábulas que culminan en el ciclo famoso de los Trabajos últimos de Hércules. El héroe que roba el "ganado" al rey de Tartessos, para llevarlo hasta Grecia. Unos rebaños de "reses rojizas", hurtados por el tebano a Gerión; narraciones que en mi forma de analizar el mito -y como venimos exponiendo desde hace treinta años ya-, simbolizarían el comercio del bronce en la zona atlántica peninsular. Metal y lingotes turdetanos que los helenos comprarían a precios muy bajos en nuestras tierras, para exportarlos a la Hélade. Todo o que -como hemos descrito numerosas veces-, se debió hacer por la Via Herakleia, y desde las colonias greco-ibéricas. Sitas en puertos como Alonis. Hemeroskopeion o Lucentum; en los que se sabe, los griegos accedían y compraban los metales de Iberia, para llevarlos hasta Grecia.

Cuanto narramos, no solo explica el interés de Estrabón por esta forma de piel de toro que guarda la Península, sino también los diferentes ciclos míticos. Fábulas en las que héroes y dioses han de venir hasta el extremo occidente en busca del tesoro: De un precioso metal, de los bueyes, las manzanas de oro, o la cabeza de Medusa (entre otros bienes preciadísimos). Unos relatos que generarían cosmogonías reflejadas en los astros y que confirmaría a la Constelación de El Tauro como el símbolo de nuestras tierras. Ello, porque este grupo de estrellas emergen en el cielo en las épocas de navegación -desde primeros de Mayo hasta Noviembre-, cuando los helenos y otros pueblos navegantes podían embarcarse hacia nuestras costas. Aunque también, porque esta constelación denominada Tauro, marcaba en el firmamento el Oeste puro; pudiéndose ver aquella en el extremo occidente de la cúpula celeste y durante los meses aptos para embarcarse. Consecuentemente, no es nada extraño que el rey -dios o titán- del ocaso, sea llamado Atlas -el que soporta el peso del cielo-; y que se relacione con esta constelación del toro. Grupo formado por unas estrellas encabezadas por las Híades y las Pléyades, identificadas con Las Hespérides y cuyo padre era este Atlas (o Atlante). Coincidiendo cuanto recoge el ciclo mitológico occidental referido, con las proezas de héroes que vendrán hasta nuestras tierras, por los tesoros. Relacionando así a Atlas y su reino, con Perseo, Hércules o Geriones; todo cuanto se reflejó en cosmogonías idealizadas en este conjunto de astros que llamaron Costelación del Toro y que de seguro simbolizó nuestra Península (que tenía a su vez este forma de piel).
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COMENTARIO A LAS IMÁGENES: Durante estas fechas estivales se celebran por todo el territorio de la antigua Iberia numerosas fiestas patronales cuyo protagonista es el toro (principalmente en zonas de la posterior Hispania). Ejemplos entre las más famosas de ellas, son Los Sanfermines y las Del Angel (comunmente conocidas como "las del torico" de Teruel) de las que recogemos carteles. Pese a lo que son una infinidad los lugares y localidades donde se rinde homenaje al astado, de una forma tan "venerada", que si no hay reses bravas no habría festejos. Con todo ello, verdaderamente podemos estudiar el sentido y simbología que esos "bueyes sagrados" tuvieron en nuestra cultura, desde tiempos inmemoriales. Habiendo sido el morlaco un totem sacro y el principal entre los iberos; algo que conservamos aún hasta nuestros días, pero que de seguro se relaciona con los ciclos míticos Occidentales más antiguos, tanto como con el propio Tauro como constelación (grupo de estrellas que fueron el símbolo de la Península y de las zonas del Oeste).
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Por cuanto venimos narrando y como recuerdo de nuestra más antigua Historia, los habitantes de la Península colman de honores al toro bravo, con el que comparten su divertimento, besando sus estatuas (comos sucede en Teruel) o encomendándose a los santos para correr y arriesgar junto a este animal, que simbolizaba un modo de "Ares" ibero (dios de la fuerza y la guerra entre los pobladores prerromanos). Cosecuentemente, su significado relacionado con la fertilidad, la defensa y el valor; obligaba -hasta no hace tanto- a los mozos y jóvenes, a enfrentarse o a retar la suerte de correrlos (esquivarlos y quebrarlos) para así probar su "hombría" ante los suyos. Un toro bravo, compañero de los más terribles y drámaticos instantes en los festejos de Iberia, que provoca aún hoy el éxtasis general de la adrenalina y de la iniciación a la valentía; sin cuya presencia y riesgo parece que las fiestas no existirían en España -como una extraña ceremonia de vida y muerte que incluye de común la pasión por sortearlo-.
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Como hemos expuesto en muchas de nuestras entradas anteriores, es reconocido el origen milenario de estas festividades hispanas que se celebran comunmente con encierros y corridas (ceremonias patronales que por lo común obligan a correr y "jugar" con toros -enmaromados, embolados, de fuego, "al carrer" o "la mar"-). Pese a lo "lúdicos" que parecen estos arriesgados "divertimentos" con el astado; en mi teoría propia son celebraciones que encierran unas prácticas muy antiguas de carácter militar o de defensa. Porque creo firmemente que el origen de aquellas festividades se halla en el uso que los antiguos daban al astado bravo, para la defensa de las ciudades, de sus campos y sus tierras. Sirviéndose de toros fieros pata ayuentar y evitar al enemigo; de un modo similar y como se hizo en otros lugares con animales igualmente feroces -entre los que destacaban los leones y más comunmente los perros asilvestrados (usados en la guerra o para la protección de fortines y urbes)-. Animales a los que de común se criaba potenciando su agresividad y que se mantenían en cercados, jaulas o batanes; cuidados por especialistas que los sabían dominar y manejar, en su uso defensivo. Siendo muy útiles los toros y leones como guardianes de los fosos y murallas, o bien en campos abiertos; principalmente ante el enemigo y las gentes no deseadas (que comunmente accedían a un dominio privado, con la intención de robar o invadir).
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De tal manera, ya hemos relatado como muy fácil debió ser mantener entre el ganado de carne, algunos bravos -teniendo cuidado que no se mezclaran-, consiguiendo de así y de manera tan simple, que nadie hurtase las reses. De forma semejante, se podrían utilizar aquellos toros de embiste en la guardia de los campos, bastando para ello que los mayorales supieran controlar las manadas de encaste, criándolas en los montes y lugares donde no se deseaba la visita de ajenos. Aunque sobre todo, debieron de servir para guarecerse de enemigos y extraños en las urbes y poblados; siendo para ello tan solo necesario elevar las ciudades en lugares altos y cercarlas con una pequeña muralla y foso, manteniendo toros bravos en las inmediaciones (morlacos que se avalanzarían hacia los invasores, o bien se soltarían en las calles de la población, en caso de que el enemigo hubiera accedido a ellas). Este método de defensa debió ser absolutamente eficaz durante la Edad del Bronce y especialmente en las islas y costas -como hemos explicado repetidamente-. Puesto que por aquel entonces, los ejércitos se componían de pocos soldados, el armamento y las corazas nos eran muy resistentes. Así, frente a una manada de toros bravos, nada podía hacer un batallón de unos centenares de hombres, armados con espadas y lanzas broncíneas y con petos muy débiles (menos si deseaban desembarcar en una isla o costa poblada de toros bravos).
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De cuanto narramos hay testimonios históricos, tanto como existen datos de esta forma de defensa y ataque usada hasta 1578. Habiendo sido a finales del siglo XVI muy nombrado, que las gentes portuguesas aún se protegieran valiéndose de ganado bravo; un sistema con el que hicieron frente a los ejércitos de Felipe II en las Islas Terceras (provocando terribles bajas entre los españoles, quienes fueron incapaces de tomar aquel territorio). Todo ello, junto a historias como las mediterráneas que nos hablan de hombres toros que protegían islas (entre las que destaca la Creta del Minotauro), en mi teoría se explica el origen del Toreo y de la idealización de las reses en nuestras tierras. Una "ciencia de cuchares" que comienza de un modo regulado en "las maestranzas"; plazas de adiestramiento militar en las que se jugaría con el toro como una forma de doma para el caballo, utilizando a los morlacos. Artes sobre el equino de las procederían las formas más sofisticadas de preparar la montura para la guerra; algo que facilmente se puede comprender observando como los rejoneadores se hacen uno con el caballo, durante las lidias (quienes se "fusionan" con el animal que les lleva a lomos, de tal modo que no solo evitan toda cornada; sinó que engañan al morlaco de tal manera, como antaño pudieron hacer los maestrantes con los lanceros y con la infantería enemiga). Por su parte, las gentes del pueblo aprenderían a manejar el astado sin otros medios que el recorte (o el trapo) y sin cabalgadura; lo que daría origen al segundo modo de toreo (llamado "de a pié").
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Consecuentemente, desde este carácter y del uso del bos fiero como protección y defensa; consideramos nació su culto y su veneración entre los iberos (por herencia de otros pueblos mediterráneos). Todo lo que se sublimó aún más al ser el toro y la vaca los más útiles de los animales (desde el punto de vista económico o ganadero). Unas reses que proporcionaban carne en abundancia, litros de leche, e incluso su estiércol; con el que en ocasiones se abonaban las tierras -aunque en la Antigüedad comunmente se utilizaba en seco, para encender y mantener las hogueras-. Por todo cuanto se comprende facilmente esta veneración al astado en la Antigüedad, una adoración que en nuestras tierras se incrementaría al haber sido usado para la defensa y para la guerra. Todo lo que concedería a su lidia (o a sus encierros y corridas), un carácer militar y hasta místico, como símbolo del totem protector del grupo. Algo que en mi opinión ha quedado inmerso en la civilización ibérica de un modo tal, que aún en nuestros días podemos verlo reflejado en las múltiples fiestas populares. Celebraciones que suceden a los ritos llevados a cabo hace miles de años, en las "plazas de toros" ibéricas (como la de Termantia) y en templos turdetanos, como el de El Carambolo. Lo que daría lugar una religión y unas costumbres, donde se venera al morlaco; "jugando" con él, o bien sacrificándolo en inmolaciones muy cruentas, cuyos orígenes unían a este animal con el dios de la guerra (la figura de Ares-Marte ibérico). Sobre estas lineas, cartel de las Fiestas del Angel de Teruel del año 1965 y bajo ellas uno de Los Sanfermines de 1915 (obra de Juan Alcaraz y expuesto en el Archivo Municipal de Pamplona, al que agradecemos nos permita divulgar la imagen). 

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CITAS:
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(1): Mapa de la Iberia de Estrabón publicado por el profesor García y Bellido entre otras publicaciones en "ESPAÑA Y LOS ESPAÑOLES HACE DOS MIL AÑOS, Según la Geografía de Estrabón" (Pag. 75 de -Colección Austral 515-, Madrid 1983).
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(2): Tradución que presenta Antonio García y Bellido en pag 52 de la publicación referida (1) . "Iberia de Strábon"; III, 1, 3.
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(3): García y Bellido en "ESPAÑA Y LOS ESPAÑOLES HACE DOS MIL AÑOS, Según la Geografía de Estrabón", cita 4, pag. 53, explica que el geógrafo griego habla de esa forma de piel de buey de la Península Ibérica dos veces más y en su libro II, tal como a continuación recogemos.
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(4): "Iberia de Strábon": II, 1, 30 y II, 5, 27 respectivamente, traducción op. cit. (1)
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(5): "Iberia de Strábon": III, 1, 1 y 2.

1 comentario:

  1. te mando un articulo interesante sobre el origen del Toro de Lidia..

    http://www.cetnotorolidia.es/opencms_wf/opencms/toro_de_lidia/origen_e_historia/index.html

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